La villa estaba en la mitad de la montaña.
Desde la base hasta la mitad de la montaña, había una carretera bastante fluida, podías llegar directamente a la villa en coche.
Pero desde la villa hacia arriba, no había carretera.
Cuando Stuardo empezó a subir, ya era de noche.
Encendió la linterna de su móvil y ascendió rápidamente.
Estaba preocupado por la seguridad de Ángela.
Jonathan tenía malas intenciones hacia ella, temía que si llegaba tarde, algo le sucediera.
Si hubiera sabido que Jonathan era tan astuto, no la habría dejado venir sola.
Aproximadamente media hora después, empezó a jadear, y lo que era peor, sus piernas.
El médico le había advertido que no hiciera ejercicio intenso durante los próximos seis meses.
Sus piernas, sólo podían caminar un poco y no podían caminar durante mucho tiempo.
Como subir montañas, que desgasta mucho las rodillas, no podía hacerlo, si no el riesgo era muy alto.
En la oscuridad, el viento frío aullaba, los arbustos crujían al ser golpeados, se detuvo cuando sus piernas ya le dolían intensamente.
Abrió su lista de contactos, tratando de llamar a su guardaespaldas.
Pero no había señal en su teléfono.
Podría bajar la montaña ahora. Tenía la energía para hacerlo.
Pero no pensó en eso ni un segundo.
Aguantando la incomodidad, continuó subiendo.
Debía encontrar a Ángela y llevarla a salvo fuera de la montaña.
El accidente ocurrió después de que perdió el equilibrio...
No podía moverse debido al intenso dolor en sus piernas, así que perdió el equilibrio y cayó hacia atrás.
En el momento en que cayó, lo que le vino a la mente no fue el miedo, ni la muerte, sino el rostro de Ángela.
Ángela con todo tipo de emociones.
Finalmente, el miedo.
¡Le daba miedo que Jonathan se aprovechara de Ángela!
¡Cayó en la oscuridad sin fin!
Se escuchaban sonidos agudos y rígidos a su alrededor, eran el sonido de su cuerpo rozando contra las piedras y las ramas.
El guardaespaldas, molesto porque le estorbaba, la soltó: "¡Quédate aquí sin moverte! ¡Voy a buscar!"
Dicho esto, el guardaespaldas subió rápidamente.
Después de que se fue el guardaespaldas, Ángela rápidamente se secó las lágrimas.
Subió paso a paso con dificultad.
¡No podía quedarse allí sin hacer nada!
¡No podía!
¡Tenía que encontrar a Stuardo!
¡Quería decirle en persona que no había subido a la montaña! ¡Y que incluso si lo hubiera hecho, no debería haber tomado tanto riesgo para buscarla!
¿No era él muy inteligente?
¿Dónde estaba su inteligencia?
¿Dónde estaba su racionalidad!
¡¿No tenía nada de eso?!
La visión de Ángela se volvió borrosa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor, Guerra&Mi Marido Vegetativo