De repente, ¡un gran estruendo se escuchó!
Inmediatamente después, ¡el agudo sonido de los neumáticos de un automóvil rozando el suelo!
¡Sentía que sus tímpanos se reventarían!
Ángela abrazó fuertemente a Stuardo en su silla de ruedas mientras las lágrimas llenaban su rostro.
Su cuerpo temblaba sin control.
El auto negro, con los neumáticos reventados, dio un giro brusco junto a ellos y se estrelló directamente contra una tienda de algodón de azúcar al otro lado de la calle.
Stuardo la abrazó con fuerza, echándole un vistazo al auto negro.
Alguien quería matarlo.
Pero no tuvo éxito.
Luego, se escuchó un segundo disparo.
Esta vez, la bala golpeó directamente la cabina del auto negro.
Alrededor, la gente gritaba aterrorizada y comenzaron a dispersarse.
La temperatura del cuerpo de Ángela se enfrió por completo.
Stuardo, sosteniendo su rostro con ambas manos, miró su cara asustada y susurró: "No tengas miedo, ya pasó."
Ella respiraba agitadamente, con una mirada inquieta en sus ojos, pero siempre mirándolo: "Stuardo ... Stuardo ..."
Tenía mucho que decir, pero cuando abrió la boca, solo repetía su nombre.
"Ángela, estoy bien", dijo él, agarrándole la mano y tocándose la mejilla. "Tengo temperatura, ¿verdad?"
Ella asintió, las lágrimas caían silenciosamente: "Tenía tanto miedo ... miedo de que murieras ..."
"Tengo mucha suerte. A menos que quiera morir, nadie puede quitarme la vida", dijo, apretando su mano y sugiriendo: "Vamos a comer chuletas de cordero".
Ángela agarró firmemente los brazos de la silla de ruedas y se alejaron rápidamente.
Entraron en un restaurante, y poco después llegaron Norberto y los demás.
"Stuardo, ¿estás bien?" Norberto se sentó junto a Stuardo. "Cuando escuché los disparos, supe que alguien te quería muerto".
Stuardo dijo: "Estoy bien, vamos a comer primero".
Unos segundos después, su teléfono sonó.
Lo levantó y vio un mensaje en él: "¿Quieres saber cuál fue mi deseo de cumpleaños hoy?"
Ángela sintió que el teléfono le quemaba las manos.
Estaban sentados uno frente al otro.
¡Y él le estaba enviando mensajes!
Quería mirarlo, pero se sentía avergonzada.
Porque los demás los estaban mirando fijamente.
Así que se obligó a responder con calma: "Dilo si tienes algo que decir".
Él respondió: "Que vinieras a casa conmigo".
Ella respondió: "¿Qué?"
Stuardo: "Mi deseo de cumpleaños es que vuelvas a casa conmigo".
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