"Mamá, soy yo", dijo Stuardo.
Ángela de repente comenzó a toser.
¡No podía creer que él llamara a su madre "mamá"!
"Mamá, en realidad Ángela mencionó que quería probar tus platillos, pero como mi pierna no está bien, pensé en buscar un restaurante y que puedas venir a cocinar, ¿podrías?", dijo Stuardo con suavidad y calma.
Begoña: "¡Claro! Mándame la dirección y voy enseguida."
Stuardo: "Gracias por el esfuerzo."
Después de colgar, le envió la dirección a Begoña.
Ángela lo miró fijamente, asombrada por sus acciones.
"¡Stuardo! ¿Estás loco? No lo pensé antes de hablar... ¡Y ahora le pides a mi mamá que venga a cocinar!", le reclamó Ángela. "Nunca le habías dado tanta importancia a lo que yo digo, ¿qué te pasa?"
"De ahora en adelante le daré importancia", dijo él con una mirada y tono de voz serios.
Ángela sintió como si una ola de calor la hubiera invadido.
Sus mejillas se pusieron rojas de inmediato, y era como si pudiera escuchar su propio corazón latiendo.
"¡No!", se negó. "Si la próxima vez discutimos y te digo que quiero golpearte, ¿te golpearías a ti mismo?"
Stuardo: "Ángela, ¿podrías dejar de pensar siempre en pelear conmigo?"
"Es que siempre tenemos opiniones diferentes. Pero creo que tener diferentes puntos de vista es normal, ¿cómo podría haber alguien que esté completamente de acuerdo conmigo en todo?"
"Puede que haya alguien así, pero aún no los hemos conocido."
"Pero si busco una pareja para toda la vida, no quiero a alguien que esté de acuerdo conmigo en todo, ¿no sería aburrido? Algunas discusiones le dan sabor a la vida", dijo ella, bajando la mirada y mostrando sus hermosas orejas rosadas.
Stuardo la miró fijamente durante un momento.
Abrió la boca para decir algo, pero no sabía por dónde empezar.
"¿La razón por la que no quieres tener hijos es tu depresión?", preguntó Ángela con suavidad después de un momento de silencio. "La depresión no necesariamente afecta a los hijos. Los médicos pueden detectar problemas durante el embarazo y, si el bebé tiene algún problema, sugerirán terminar con el embarazo. Si el bebé tiene problemas o no, y si debe nacer, no debería ser solo decisión tuya."
Él miró hacia la ventana.
Su mandíbula estaba tensa.
Parecía estar luchando por controlar sus emociones.
Después de un momento, se escuchó su voz fría en el compartimento del tren: "Ángela, no hablemos más del tema de los hijos. Mientras no lo menciones, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa."
"¿Pero qué pasa si lo único que quiero es un hijo?", preguntó Ángela, tratando de tomar sus manos, con la voz temblorosa y llena de súplicas. "Stuardo, ¿y si te lo pido?"
Antes de que pudiera terminar de hablar, él retiró su mano.
Era su rechazo.
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