"Mamá, realmente quiero volver al pasado", murmuró Ángela, "incluso si las cosas se ponen un poco más difíciles".
"Ángela, no importa lo que haya pasado, la evasión no es la solución", dijo Begoña, sentándose a su lado. "Si la empresa de tu papá realmente no puede aguantar, déjala quebrar. Habrá más oportunidades para ganar dinero en el futuro, pero no puedes descuidar tus estudios".
Ángela miró a su madre, acariciando suavemente las arrugas de su rostro. "Mamá, no voy a huir, solo estoy un poco cansada".
"Si estás cansada, descansa bien. ¿Has cenado?"
Ángela negó con la cabeza.
"Iré a hacer la cena". Begoña se levantó y se dirigió a la cocina.
A las ocho de la noche.
Ángela volvió a su habitación para descansar, Begoña limpió la cocina y bajó a tirar la basura con la bolsa en mano.
No esperaba que estuviera lloviendo afuera. Aunque la lluvia no era fuerte, no dejaba de caer. Begoña, demasiado perezosa para subir a buscar un paraguas, se dirigió directamente a la lluvia.
Corrió hasta el contenedor de basura, deshaciéndose rápidamente de la basura. Cuando se dio la vuelta, vio una figura bajo la lluvia, de pie en la entrada del edificio.
No la había visto cuando salió.
Corrió de vuelta a la entrada, echándole un vistazo a la figura.
Se asustó al verla claramente.
El rostro guapo estaba mojado por la lluvia, y su habitual aire arrogante había desaparecido con la lluvia torrencial.
"¡Stuardo!”, exclamó Begoña sorprendida, "¿Qué haces aquí? ¿Por qué estás parado bajo la lluvia?"
Begoña agarró su brazo, tratando de llevarlo adentro.
Él se soltó, "No entraré".
La última vez que vino, Ángela le advirtió que no volviera.
Ángela se quedó en silencio.
"Dijo que quería pedirte disculpas, pero no quería subir a verte, así que vine a contártelo", suspiró Begoña. "¿Por qué no bajas a invitarlo a subir y hablar?"
Ángela sintió un dolor en las sienes.
"Mamá, no quiero verlo. Si quiere quedarse bajo la lluvia, que se quede", dijo Ángela con el ceño fruncido, cambiando de tema. "Voy a hacerte una sopa".
Después de ducharse, Begoña vio un tazón de sopa de vegetales humeante sobre la mesa.
Ángela estaba sentada al lado, con la mente en blanco, sin saber qué pensar.
"Creo que él necesita más esta sopa de jengibre", dijo Begoña.
"Si no vas a tomarla, la tiraré", dijo Ángela, levantando la sopa de jengibre, lista para verterla.
"Ángela, quizás él no es tan malo", dijo Begoña, siguiéndola y agarrándola del brazo. "La lluvia está cada vez peor, ¿de verdad no te importa en lo más mínimo?"
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