Era una noche de verano, Vanesa Cazalla vio desde el balcón que entraba un coche GTR azul en el patio.
A pesar de la oscuridad, ella podía ver cómo una pareja se morreaba en el coche, y no les importaba que ella viera ese espectáculo.
El hombre entremetió sus manos ágilmente en el vestido blanco y escotado de la mujer, evidentemente no era la primera vez que lo hacía.
La mujer levantó la cabeza para localizar a Vanesa y le sonrió aposta. Luego, gimió tan seductivamente que el hombre no pudo aguantar más.
Vanesa vio la escena con frialdad, indolente.
La primera vez que ella vio esta escena, se sintió desesperada, pero después de encontrarlos en innumerables ocasiones sin mostrarle ni mínimo respeto, que incluso se habían acostado en su habitación de matrimonio, su corazón ya estaba tan roto que no podía doler más.
Ella había dejado su dignidad de lado y había suplicado al hombre.
No obstante, Vanesa decidió dar fin a todo esto hoy, se quedó mirando todo el espectáculo mostrado en el coche y se fue del balcón cuando el hombre finalizó con agrado.
Los tres se encontraron en el salón, entonces el hombre se puso impaciente al ver a Vanesa y dijo:
—¿Qué?
—Orlando, divorciémonos.
—¿Divorciarnos?
Orlando Moya se burló de Vanesa, como si fuera el chiste más gordo que hubiera escuchado. Besó fuertemente y lamió los labios de la mujer que tenía en sus abrazos.
—¡Ni lo sueñes! —Orlando respondió palabra por palabra a Vanesa.
—¿Por qué?
—¡Genial, te prepararé platos deliciosos!
Esa dulce voz de Melina le daba náuseas a Vanesa, haciendo que sonriera amargamente con el rostro pálido.
«¿Ni siquiera puedo divorciarme? ¡Pues no continuaré con sus tonterías!»
Vanesa sonrió fríamente y se subió para cambiarse de ropa. Dejó su vestido casual conservador y bajó con una falda sexy de color rojo fuego ardiente.
Esta noche, ella no será el mosquito más tonto del grupo que solo sigue la luz, en cambio, será la estrella más brillante.
Media hora después, Vanesa estaba sentada en la barra, ignorando todas las miradas ardientes dirigidas hacia ella, y dijo:
—Dame una “Noche eterna”, por favor.
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