Orlando detuvo sus pasos por un instante al oír lo que dijo su abuelo, pero finalmente no le respondió.
Vanesa, al escuchar los pasos fuera de la puerta, se puso en alerta inconscientemente, pero sabía que no podía evitar que Orlando entrara, ya que era la habitación de ambos.
Sin embargo, Orlando paso de largo y Vanesa, por fin, exhaló un suspiro de alivio. Después de comprobar que Orlando se había ido, cerró bien la puerta y se tumbó exhausta en la cama.
Vanesa no había dormido muy bien, así que se levantó a las seis de la mañana. Era la hora de hacer ejercicio para Gerardo, por eso ella fue al jardín a acompañar al anciano.
Un poco después llegó la hora de desayunar.
—Abuelo, ten cuidado.
Vanesa primero ayudó a Gerardo a sentarse, luego se sentó en el otro lado de la mesa.
Jaime vino seguido por los sirvientes para servir el desayuno. Al ver que pusieron cubiertos en el asiento que tenía al lado, Vanesa se quedó atónita:
«¿Orlando sigue aquí?»
—Jaime, mira por dónde anda Orlando, que si no viene, se quedará sin desayuno.
Jaime hizo una reverencia antes de ir a buscar al señorito, pero a unos pocos pasos divisó a Orlando que ya estaba bajando las escaleras.
—Buenos días, abuelo —saludó Orlando con indiferencia.
—¡Ya es muy tarde! —Gerardo contesto con seriedad.
Orlando encogió los hombros y se sentó rápidamente junto a Vanesa, ya que tenía que comportarse mejor delante del abuelo.
—Después de comer, ayuda a Vanesa en la organización de la cena. ¡Y no te hagas el vago! ¿Me oyes?
—Entendido —Orlando asintió, reprimiendo su disgusto.
—Orlando, mañana ve a recoger a Dylan en el aeropuerto.
—Vale —Orlando estaba disgustado, porque no le apetecía ser chófer.
Después del desayuno, Gerardo se marchó a la empresa y Orlando no iba a ayudar a Vanesa sin la presencia del abuelo.
—Como mi esposa, esto es tu obligación —Orlando dijo burlonamente y se fue sin mirar atrás.
No obstante, Vanesa suspiró aliviada porque en realidad temía a Orlando.
Ahora no conocía a Orlando, ni comprendía el porque ese hombre que ella había amado tanto, había cambiado de manera tan drástica.
De verdad, ella se había ilusionado con la idea de una vida dulce y feliz juntos después del matrimonio, pero ahora solo le quedaba un sufrimiento interminable.
El tiempo se paso volando y llegó el día del banquete.
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