Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 168

Orlando siguió su ejemplo y respiró aliviado.

—Juan, mira las noticias de internet y controla cualquier situación adversa.

—De acuerdo.

Después de más de diez horas seguidas, Orlando pensó que tenía la situación bajo control y se relajó. Con una sonrisa condescendiente y relajada en su rostro, se puso lentamente la chaqueta del traje, dejando que Juan siguiera con su trabajo mientras él se marchaba sin miramientos.

Casi una hora más tarde, Orlando regresó a la villa donde estaba retenida Melina de buen humor.

No había nadie en la casa vacía, el botones hacía tiempo que se había ido, y los zapatos de Orlando hacían un ruido al pisar la escalera. Se dirigió a la puerta de la habitación donde estaba Melina, la desbloqueó.

Al oír la voz, Melina, que estaba acurrucada en un ovillo, bajó de inmediato de un salto.

—¡Orlando, Orlando, por fin estás aquí!

No sabía si era porque llevaba tanto tiempo cautiva que el estado mental de Melina se había vuelto sorprendentemente borrosa. No sólo no veía a Orlando como el culpable, sino que incluso lo veía como su única esperanza.

Por eso desprendió un lado vibrante cuando vio a Orlando.

Orlando estaba satisfecho con los cambios que había hecho Melina.

—¿Esperando por mí?

Su voz era suave, pero bajo sus ojos había una penumbra y una agudeza que no podía disolverse.

Melina le miró con ojos encantados, como si se sumergiera inexorablemente en su ternura:

—¿Por qué has vuelto tan tarde hoy? Te he estado esperando y ni siquiera he cenado.

Orlando miró hacia la mesa y vio que la cena estaba sobre ella.

Un destello frío y desagradable brilló bajo sus ojos cuando se volvió de repente hacia la mesa.

—Ven aquí.

Se puso delante de la mesa y saludó a Melina.

Melina se acercó a él, inclinando la cabeza y mirando a Orlando con fascinación y adoración, su única cara brillante llena de timidez, sus mejillas parecían nubes rosadas.

Fascinado por el parecido con el rostro de Vanesa, Orlando alargó la mano y tocó su mejilla con la punta de los dedos.

—Vanesa, ¿sabes cuánto te quiero? —dijo Orlando con una mirada encaprichada, sin notar el parpadeo de maldad en los ojos de Melina.

Puso buena cara y envió su rostro hacia la palma de Orlando. La intención era confundir a Orlando, pero en su lugar tuvo el efecto contrario.

Gracias a su iniciativa, Orlando salió de su encaprichamiento.

La ternura en sus ojos cesó y se volvió instantáneamente repugnante y cruel.

—¿Cómo no vas a cenar, te he dado permiso para tener hambre?

Orlando entrecerró los ojos y sonrió de forma alegre y amable, pero era espeluznante.

—Yo...

Melina abrió la boca, queriendo decir algo para defenderse pero sin atreverse a hacerlo, y observó como Orlando volcaba deliberadamente la comida sobre la mesa, luego se acercó a la cama y se sentó, levantando una ceja hacia Melina que se quedó sin palabras.

—No te parecerás a mi Vanesa si estás flaca —murmuró Orlando, mientras Melina se estremecía con fuerza.

—Orlando...

Ella adivinó lo que iba a hacer Orlando y le miró incrédula.

Melina podía soportar que la utilicara como doble de Vanesa, que no fuera más que una muñeca en la cama de Orlando y que éste abusara de ella.

Pensó que esto era el final de la línea, pero no esperaba que Orlando tuviera preparado algo aún más humillante.

—¿Qué, no quieres comer? —preguntó Orlando con sorna, como si no hubiera visto el temblor de Melina.

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