Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 185

Y ahora todo es culpa suya.

A los ojos de Gerardo, él era sólo una herramienta, un instrumento que manipulaba en sus manos para controlar el Grupo Moya. A pesar de que ya tenía edad para hacerse cargo del Grupo Moya, Gerardo dijo que era el único heredero, pero se negó a darle realmente el poder.

Cuanto más pensaba Orlando en ello, más se irritaba, pero sólo podía guardar su resentimiento para sí mismo.

—Lo tengo —Dijo Orlando.

Ya no podía hacer nada más que obedecer las órdenes de Gerardo y adormecer sus nervios para convencerle de su compromiso. No, tal vez podría utilizar a Felicia para algo que le resultara inconveniente.

Con la reputación del director Lacasa, podía planear tranquilamente muchas cosas.

Así que Orlando se resistió menos a congraciarse con Felicia.

Después de dejar el Grupo Moya, tomó la iniciativa de llamar a Felicia para invitarla a cenar y al cine. Después llegó el momento de llamar a un restaurante occidental conocido y reservar la mesa más romántica, a la espera de sorprender a Felicia por la noche.

—Señor, Orlando tiene una cita para cenar con Felicia esta noche.

Mateo terminó su informó y se puso de pie a un lado.

Los ojos de Dylan se entrecerraron y sus labios se inclinaron en una sonrisa perversa, preguntándose en qué estaría pensando.

—Resérvame una mesa en el mismo restaurante.

—De acuerdo.

Mateo asintió y se dio la vuelta para marcharse sin decir nada.

Dylan se rió suavemente y envió un mensaje a Vanesa.

—Te recogeré y cenaremos esta noche.

Como si supiera que Vanesa encontraría una excusa para decir que no, Dylan envió rápidamente otro mensaje.

Se abalanzó sobre su cara la amenaza:

—Cariño, mejor no me rechaces.

Vanesa frunció el ceño y borró las dos palabras escritas

—Entendido

Acababa de llegar Enrique y había enviado un montón de información sobre el proyecto de Bahía Nansa.

Vanesa se puso al día con su lectura y pronto se olvidó de Dylan. Tanto es así que, al salir del trabajo, Dylan, que no vio a Vanesa, aparcó su coche justo delante de la puerta y subió a buscarlos él mismo.

—Enrique, sal del trabajo mientras termino el papeleo que tengo en la mano.

Al oír pasos, Vanesa pensó que era Enrique y dijo sin levantar la vista.

Al no oír pasos durante medio día, Vanesa no se molestó en prestar atención hasta que una sombra oscura se cernió sobre ella, tapando la luz. Levantó la vista contrariada y se quedó helada al ver a Dylan sonriente.

—¿Qué te trae por aquí?

—No te vi, así que tuve que venir aquí para atraparte. Cariño, ¿te has olvidado de que tenías una cita conmigo?

—No.

Por supuesto que lo olvidé.

Lo que Vanesa pensaba en su mente era muy diferente a lo que respondía con su boca.

—¿Hay alguna parte del documento que no entiendas?

Antes de que Vanesa pudiera organizar sus palabras, Dylan la había levantado con naturalidad, se sentó y la colocó en su regazo, haciéndole preguntas mientras leía el periódico.

Natural hasta el punto de que tal movimiento parecía como si lo hubieran hecho innumerables veces.

Vanesa se quedó completamente congelada, con el trasero apretado, el calor abrasador la hacía moverse de forma antinatural.

—No te muevas.

Dylan le rodeó la cintura, acercando sus cuerpos. El calor de su cuerpo atravesaba la fina camisa y los músculos de sus muslos eran especialmente fuertes.

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