Brisa se despertó y los recuerdos de la noche anterior pasaron por su mente como una película, escena a escena.
Su rostro se volvió blanco al instante y su estómago se revolvió.
Levantando rápidamente las sábanas, se apresuró al baño y vomitó en el inodoro con frenesí. Permaneció encima de ella hasta que su estómago se vació, hasta la bilis que había vomitado.
Fue asqueroso.
Unas náuseas imparables recorrieron su cuerpo, y la idea de haber posado en aquella posición humillante la noche anterior y de haber hecho algo tan vergonzoso le dio ganas de morir.
¡Y ese negro alto y fuerte de anoche!
Esa cosa asquerosa había disfrutado tanto que le había permitido pisotear su cuerpo.
¿Cómo es posible?
¿Qué demonios estaba pasando?
¿No estaba Roberto siempre a su lado? ¿Por qué ha ocurrido eso?
La mente de Brisa estaba hecha un lío, como si la hubieran llenado de papilla. Estaba tan asqueada por lo que había sucedido anoche que, después de vomitar, se puso bajo la ducha y abrió el agua al máximo, enjuagando su cuerpo con fuerza.
Pero por mucho que se lavara, la sensación de asco al ser acariciada no desaparecía.
—¡Cabrón! ¡Roberto, cabrón!
Era Roberto el que estaba conmigo, y yo había estado bebiendo, así que lo que pasó anoche debió tener algo que ver con Roberto.
¡Bastardo, por qué me hizo eso!
Anoche estaba claramente fuera de sí, como si su mente estuviera siendo manipulada por algo.
Después de restregar su cuerpo numerosas veces, Brisa salió envuelta en una toalla.
Al ver a Roberto sentado en la cama, los ojos de Brisa se llenaron de un odio sin límites. Se adelantó rápidamente y levantó la mano hacia la cara de Roberto y le dio una fuerte bofetada.
—¡Cabrón!
Por desgracia, la mano de Brisa se cortó en el aire.
Roberto apretó la muñeca de ella y la miró fijamente con expresión juguetona.
—¿Qué, quieres pegarme?
—Bastardo, ¿qué demonios me has hecho?
Brisa había sido mimada al crecer y Roberto había sido tolerante con ella antes, por lo que no había aprendido lo que era compadecerse y aprender a comprometerse. De momento, seguía siendo la misma arrogante y condescendiente Señorita Brisa.
—Veo que recuerdas lo que pasó anoche.
Roberto ignora la histeria de Brisa y su sonrisa se vuelve más perversa.
Sus ojos se entrecerraron y de repente se inclinó hacia él con una mirada maliciosa: —¿Qué te parece? ¿Fue agradable ser tocado por un hombre negro tan fuerte? Anoche estuviste particularmente cooperativo.
—¡Estás lleno de mierda!
Dijo Brisa con enfado, intentando retirar la mano, pero sin conseguirlo.
—Está claro que has sido tú quien me ha puesto las pilas, que me has drogado. roberto, ¿por qué cuentas conmigo? ¿No me quieres?
—¿Te quiero?
Roberto resopló y luego se rió a carcajadas, como si hubiera escuchado un gran chiste.
Y la cara de Brisa se volvió cada vez más dura ante la risa de Roberto, con los ojos llenos de vergüenza y rabia.
Había percibido algo vagamente, pero se resistía a admitirlo.
¿Cómo podía alguien tan orgulloso como ella admitir que era poco atractivo?
Brisa se aferró a la vida, levantando la barbilla con orgullo y hablando en tono condescendiente: —¿No es así? Si no me quisieras, por qué estarías encima de mí, por qué me sacarías y me dejarías dictarte en todos los sentidos.
—¿Quieres saberlo?
—¿Qué demonios me has hecho?
Brisa se derrumbó y gritó, interrogando con rabia.
—Pensé que te había dicho, el espectáculo. Cada uno de ellos es el más extremo, el espectáculo más especial. La gente que nos observa se acalora cada vez, sus vítores son tan intensos, la forma en que te miran con tanta avidez. Diablos, no puedo evitar que me hierva la sangre sólo de pensar en ese día.
Roberto se deleitó en su ambiente favorito, la sonrisa en su rostro se volvía cada vez más extraña.
Era como un pervertido psicópata, inmerso en un mundo retorcido pero que disfrutaba como tal y lo encontraba maravilloso.
Al mirarlo, todo el ser de Brisa cayó en un sótano de hielo.
—Esto no es real, esto no es real.
Murmuró mientras intentaba retroceder, odiando el hecho de no poder salir de aquí y huir inmediatamente.
Roberto salió por fin de su mundo y miró a Brisa, que estaba llena de rotura y desesperación por no creer, con una sonrisa maliciosa creciendo en su cara y un enfermizo y retorcido brillo de excitación en sus ojos.
—Sí, esa es la mirada. Ja, nena, te ves tan hermosa en tu pánico y desesperación.
dijo Roberto con una mirada obsesionada, sus manos aumentaban la fuerza mientras tiraba de la luchadora Brisa en sus brazos. Como si estuviera drogado, se abalanzó sobre ella en la cama, riendo mientras le quitaba la bata del cuerpo.
—¡Suéltame! ¡Pervertido, suéltame!
Cuanto más se esforzaba ella, más crecía en la cara de Roberto una sonrisa de disfrute.
Su mundo hacía tiempo que se había retorcido hasta quedar irreconocible y nada le gustaba más que la mirada de pánico desesperado y la lucha violenta de su presa. Fue especialmente satisfactorio ver un bello rostro lleno de miedo.
Una emoción especial.
—Nena, disfrútalo conmigo, te encantará.
Dijo Roberto con una mirada encaprichada, separando con fuerza las piernas de Brisa y entrando en ella sin contemplaciones.
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