Cecilia tardó unos instantes en calmarse. Sus manos seguían aferradas a la camisa de Dylan, como si temiera que si la soltara, su padre también desaparecería.
La mirada insegura de Dylan hizo que su corazón se agriara y sus ojos se enfriaran.
Por suerte, Mateo llega poco después. Es el confidente de Dylan y el jefe de los hombres. Cuando Dylan estaba demasiado ocupado para ocuparse de ello, intervino para aclarar la situación.
—¿Qué está pasando?
preguntó Mateo con cara fría.
Al verlo, los hombres de abajo se pusieron más firmes, sin atreverse a hacer un solo movimiento de más. El responsable de este lado dio un paso al frente bajo una inmensa presión y contó la situación de principio a fin de forma correcta.
—¿Dices que inicialmente fue porque la hija de Iris, Nana, estaba desaparecida, y porque ella dijo que vio a alguien llevarse a Nana, por eso pensaron que el otro bando empezó a actuar y a apuntar a Candy?
—Sí.
Aunque ahora pueda parecer una trampa, la situación no permitía pensar mucho.
Al fin y al cabo, Iris y Nana fueron traídas por Vanesa, además una es mujer y la otra sólo tiene tres años. Quién iba a saber que el otro tenía malas intenciones e incluso lo había planeado todo.
Lo más extraño fue que Vanesa siguió a Iris sin hacer ningún ruido.
Según la vigilancia, el último lugar del que salieron los dos hombres no estaba especialmente lejos del perímetro del portero. Si el de Vanesa hubiera hecho ruido en ese momento, es imposible que los dos se hubieran ido sin alertar a nadie.
—Parece que esta Iris es algo más.
Dijo Mateo con una cara fría.
A Mateo no se le iluminó la cara al pensar que tanta gente de este lado de la sala no podía ni siquiera vigilar a una mujer, y se llenó de vergüenza.
¿Cómo hace esto para enfrentarse a Mr.
—Papá, no te vas a ir, ¿verdad?
—No te preocupes nena, papá definitivamente no se va a ir a ningún lado. Papá se quedará aquí contigo, ¿de acuerdo?
La voz de Dylan era suave mientras abrazaba a su niña con más fuerza.
—Pero mamá se ha ido.
Cecilia apretó la mano de Dylan y bajó la cabecita. Seguramente estaba muerta de miedo, así que daba vueltas en la cama y sólo recitaba esas pocas palabras, pero Dylan no se cansaba de responderlas una y otra vez.
—Está bien, papá recuperará a mamá. Sé una buena chica Candy, no te preocupes, ¿vale?
—Hmm.
Cecilia asintió enérgicamente, con su pequeño cuerpo aún temblando.
Aunque es joven, sabe que su mejor amiga, y la madre de su mejor amiga, se llevó a su madre. Eran malas personas y habían hecho daño a su madre.
Nana era claramente su mejor amiga y su tía era claramente amable, pero se llevaron a su madre.
Cecilia estaba triste.
La confianza más transparente e inocente del corazón de un niño pequeño es destruida por alguien.
Dylan besó la frente de su hija, lleno de rabia y preocupación, temiendo que el incidente ensombreciera su mente y la hiciera temer hacer amigos o tener contacto con gente de fuera.
—Papá, tengo miedo.
—Candy pórtate bien, papá está aquí. Mi bebé está seguro en los brazos de papá, más seguro que en cualquier otro lugar.
Cecilia agarró la mano de Dylan con fuerza, sus párpados se volvieron pesados.
Tal vez por la conmoción, se encontraba en un mal estado de ánimo y pronto se quedó dormida.
—Lo siento, cariño.
Dylan abrazó con cuidado a su hija y se disculpó suavemente con ella.
Sus ojos estaban llenos de culpa.
No protegió a Vanesa, su niña, y la dejó en estado de shock.
Dylan trató de acostar a Cecilia para poder salir y averiguar qué estaba pasando, sólo que le molestaba especialmente la forma en que la niña aplanaba la boca como si fuera a llorar cuando él se movía.
Su corazón se ablandó de inmediato y volvió a abrazar a su hija.
Dylan finalmente se dirigió a Mateo con su hija dormida en brazos.
—¿No sabes quién soy?
La otra parte sonrió hoscamente durante un momento y luego habló de repente.
—¿Quién demonios eres tú?
Estaba segura de que, efectivamente, no conocía a ese hombre.
—Por qué, nos hemos encontrado dos veces más en las fiestas, ¿no los reconoces?
Vanesa frunció el ceño y miró con desconfianza a la otra mujer. De repente le viene a la mente una cara y se queda mirando con incredulidad, claramente las dos caras son diferentes.
—¿Santiago?
Preguntó tímidamente.
—Por fin vuelve a ti.
La sonrisa del hombre se volvió irónica, arrancando el disfraz de su rostro mientras Vanesa lo observaba. Efectivamente, era la misma cara que había visto dos veces en la fiesta, el hombre que la había molestado desde el principio.
—¿Supongo que tú tampoco eres santiaguista?
Este comentario fue un intento deliberado de Vanesa de poner a prueba a Santiago.
Porque en ese momento pensó en lo que Dylan había dicho sobre adivinar, pero ese hombre que tenía delante, ¿podría ser Orlando?
—¿Quién soy yo si no soy Santiago? La Señorita Vanesa es muy graciosa.
—¿Ah, sí?
Dijo Vanesa con el rostro tranquilo, pero sus ojos estaban fijos en Santiago
—¿Por qué la Señorita no deja de mirarme? ¿Es porque soy tan guapo con esta cara que quieres seguir adelante?
—Señor, es usted muy gracioso.
Dijo Vanesa con una sonrisa falsa.
A ella, el hombre que tenía delante le parecía de todo menos espeluznante.
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