El desprecio de Amelia enfadó mucho a Ernesto.
Su temperamento empeoró mucho después del divorcio que no se atrevió a contestarle.
¿Había perdido incluso los modales básicos?
Además, aparte de su relación anterior, ¿no temía que le creara problemas?
Con su rango y su poder, puede hacer que no se establezca en esta sociedad.
Bueno.
En realidad era una persona que nunca había trabajado en la sociedad. Ni siquiera entendía las reglas básicas de supervivencia en el trabajo.
Con ese carácter, tendrá que sufrir mucho en el futuro.
En ese momento, seguramente se arrepentirá de haber renunciado a su identidad como Sra. Ruiz. Le dio todo, excepto el amor, al principio. Ella y su pésimo padre y hermano pueden tener vidas cómodas y ricas.
Al pensar en esto, Ernesto recordó que Amelia le había pedido el divorcio delante de tanta gente, lo que le hizo sentirse humillado. La rabia burbujeaba justo debajo de la superficie de su mente. Condujo cada vez más rápido.
Al verle acelerar, Amelia le advirtió:
—Sr. Ruiz, ¿no teme un accidente?
Su recordatorio calmó a Ernesto durante unos minutos, y la velocidad disminuyó.
Se burló y dijo:
—¿Tienes miedo a la muerte?
—Un hombre rico como tú no tiene miedo a la muerte. ¿De qué debería tener miedo? —dijo Amelia con tono relajado.
—Pero es inapropiado morir conmigo. Vale la pena recordar que hay que morir con la persona amada, ¿no?
Ernesto volvió a irritarse por sus palabras. Si no hubiera pensado en la herida de su brazo, la habría dejado salir del coche inmediatamente.
Llegaron al hospital en un ambiente tan desagradable. Ernesto llevó a Amelia directamente a buscar a Simón Rodríguez, amigo de Ernesto y famoso cirujano.
Cuando Simón vio a la mujer, exclamó en el acto:
Después de que Simón le recetara la medicina, Amelia se levantó y se dispuso a marcharse, ignorando por completo a Ernesto, que estaba a un lado.
Pero se limitó a dar un paso, se detuvo y sacó un billete de cien euros de su bolso.
Se acercó a Ernesto, le metió el billete de cien euros en el bolsillo de la camisa y le dijo:
—Señor Ruiz, gracias por traerme al hospital hace un momento. Aquí tiene la tarifa. Quédese con el cambio.
Amelia ignoró la mandíbula caída de Simón y la mirada sombría de Ernesto, y se dio la vuelta.
Amelia sabía que Ernesto no aceptaría su dinero, así que se lo metió directamente.
No quería deberle ni medio céntimo.
Simón miró su interacción y se sintió como si estuviera soñando.
Al no haber visto a Amelia durante un año, Simón sintió que ésta había sufrido una transformación personal. Estaba más alienada que sobre, lo que le hacía sentir que no estaba familiarizada con ella.
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