Aventura Amorosa romance Capítulo 139

El otro hombre sensato dijo:

—Vamos, no sabes quién es esta mujer. ¿Y si algo sale mal?

—Pues deja de hablar y átala. —Dijo ansiosamente el hombre sentado en la cama.

Sólo podía sentirse aliviado por controlar a Fionna.

Los tres hombres tuvieron que obedecer la orden. Después de todo, les habían pagado.

El hombre se acercó con cuidado a Fionna, porque ésta tenía una daga en la mano.

Fionna tenía una daga en la mano, pero al enfrentarse a cuatro hombres, sería derrotada en cualquier momento. Le arrebatarían la daga y acabaría siendo violada por varios hombres.

Lo único que podía hacer ahora era volver la daga contra sí misma. Si fallaba, tendría que acabar con su vida.

Le parecía mejor morir que ser violada.

Fionna se había decidido y se dirigió a su corazón con la daga.

—Vete, vete, o moriré delante de ti.

Fionna gritó, pero le temblaban las manos.

Estaba asustada y desesperada. ¿Por qué Eric no había venido durante tanto tiempo? ¿Por qué no estaba allí cuando ella estaba en peligro?

¿Iba a morir? ¿No había oído a su hijo llamarla mamá? ¿No le había dado un padre a su hija? ¿Iba a dejar a los dos niños?

—Eric, ¿puedes oírme? Ven a salvarme. Dijiste que si me salvabas, no nos debíamos.

Me siento culpable por los niños, se lo debo, ni siquiera te digo que me gustas. No me dejes morir de forma miserable. Dame más tiempo.

Fionna rezaba en silencio en su corazón, esperando que Eric apareciera lo antes posible.

—Mujer estúpida, ¿crees que la muerte resolverá el problema? ¿Crees que tenemos miedo de esto? Toma la daga.

El hombre dio una orden, y entonces dos hombres se apresuraron vigorosamente hacia la cama, extendiendo la mano para tomar la daga de Fionna.

Pero ocurrió algo inesperado. En el último momento, Fionna se clavó realmente la daga en el corazón y al instante brotó sangre.

—Qué debemos hacer, ella va a morir.

El hombre se asustó y salió corriendo de la cama en busca de ayuda.

El líder no esperaba que Fionna se hiciera daño a sí misma. Estaba conmocionado.

Y el hombre que intentó violar a Fionna también estaba aturdido en ese momento.

No quería matarla, sólo quería violarla, pero ahora se había hecho daño de verdad. Y si ella se mataba, él no podía eludir la responsabilidad.

Se fue a la cama sin importar su dolor y abrazó a Fionna, que ya estaba sentada en la cama, gritando con fuerza.

—Fionna, ¿cómo estás? Te llevaré al hospital.

Apenas el hombre terminó de preguntar, escuchó un estruendo en el exterior. El otro hombre que estaba en la cama saltó de la misma, abrió la ventana y miró hacia afuera.

—No, es un helicóptero. Ha aterrizado en el tejado. ¿Es para salvar a esta mujer?

—¿Un helicóptero para salvarla? ¿Sabe usted la identidad de esta mujer? ¿Por qué hay un helicóptero para salvarla? —Preguntó el tímido hombre, agitándose a su vez.

—Deja de hablar y corre.

El hombre tomó la decisión más sabia. No importaba cuál fuera su origen, debían escapar para sobrevivir.

Rápidamente desaparecieron en la habitación, y entonces el hombre tuvo miedo, dejó a Fionna sola y fue a escapar por la puerta trasera.

Eric, junto con sus numerosos guardaespaldas y tres hombres de la derecha, voló directamente al tejado de la fábrica abandonada.

Antes de que el avión se detuviera firmemente, saltó con entusiasmo, seguido por sus ayudantes y guardaespaldas.

Eric ya había localizado la posición exacta de Fionna, y corrió directamente a la habitación.

Por primera vez, por culpa de la mujer se asustó y también de tanta gente.

Ahora todo para él no era importante. Con tal de que Fionna no resultara herida, estaba dispuesto a utilizarlo todo para mantenerla a salvo.

Eric encontró la entrada del tejado y bajó directamente, seguido por tres ayudantes. El guardaespaldas había visto a los tres que huían y se apresuró a alcanzarlos.

Eric llegó a la habitación con la luz encendida. Cuando vio a Fionna tendida en un charco de sangre, su corazón dejó de latir de repente. No, absolutamente no.

Enloquecido, saltó sobre la cama, llamando en voz alta.

—Fionna, Fionna, cómo te sientes, Fionna...

Le temblaba la voz, que era incapaz de controlar. Se sentía mal, tan terrible como perder a su madre.

—Por fin estás aquí... ¿Por qué llegas tan tarde?

Fionna vio por fin la esperanza, pero se dio cuenta de que ni siquiera tenía fuerzas para hablar. Aunque lo intentó con todas sus fuerzas, no pudo decir una palabra completa.

Se estaba muriendo. Valía la pena morir en los brazos de este hombre.

—Fionna... No hables. Te voy a llevar al hospital.

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