Aventura Amorosa romance Capítulo 147

La noche anterior había perdido mucha energía. No tenía fuerzas para hablar en voz alta.

—Lucas, tú eres el hermano mayor. Si sigues llorando, yo lloraré. No quieres que llore, ¿verdad?

Aunque eran niños de cinco años, eran inteligentes y reflexivos, pero este truco les funcionaba. Eran amables y sensatos.

—Bien, no lloro.

Lucas se secó las lágrimas con la mano y con la otra secó las de Yunuen.

—Mami, ¿te duele? —Yunuen parecía tener dificultades para controlar sus emociones.

Eric parecía afligido y levantó directamente a Yunuen.

—Mami acaba de decir que no te dolerá si no lloras.

—Entonces no lloraré.

A Yunuen le costó un gran esfuerzo detener las lágrimas.

—¿Mamá se encontró con alguien malo? —Yunuen ajustó su humor y preguntó.

Quería estar cerca de mami, pero aguantó, temiendo herir a mami.

—No, me hice daño por descuido.

Fionna no podía decírselo a los niños y no podía dejar que una mente tan joven cargara con cosas demasiado pesadas.

—Tía, ten cuidado. Si te haces daño, Yunuen y yo estaremos tristes.

Lucas se apoyó en la cama y tomó la mano de Fionna. De esta manera sintió que su herida no le dolía.

—De acuerdo, debo tener cuidado en el futuro.

Después de que Fionna charlara un rato con los niños, Eric intervino.

—Es hora de ir al colegio. Te llevaré a la escuela.

Eric dejó a Yunuen en el suelo. La había cogido en brazos porque se sentía angustiado y temía que Yunuen se precipitara hacia Fionna.

—Papá, ¿podemos tener un día libre? Necesitamos estar con la tía.

Lucas no quería irse.

—No, le perturbarás el descanso. Al final de la semana, cuando la tía esté mucho mejor, podréis quedaros aquí todo el día.

Eric se negó con decisión. Con los dos niños aquí, tenía un cierto riesgo para Fionna. Él no permitiría que ese riesgo existiera.

Eric dejó que Bastian despidiera a los dos niños y entonces entró Alberto con una enfermera.

—Es hora de un cambio de vendas. ¿Cómo te sientes hoy?

Alberto pensó que el estado de Fionna debía mejorar día a día, pero comprobó que su rostro no mejoraba.

—Estoy bien —Contestó Fionna débilmente.

La enfermera comenzó a vendar la herida de Fionna, despegando la gasa y frunciendo el ceño.

—¿Te has tocado la herida? ¿Por qué vuelve a sangrar? —Preguntó la enfermera con dudas.

—¿Sangrando? El día anterior no.

Alberto escuchó las palabras de la enfermera y se adelantó a ver, sin tener en cuenta la oposición de Eric.

Tenía que comprobar si sangraba por dentro o sólo por la sutura.

Y Eric era el que más claro tenía lo que pasaba. La noche anterior Fionna se dolió de la herida pero no dijo nada.

Tras examinarla, Alberto determinó que la hemorragia se debía al desgarro de la sutura. La cantidad de sangre no era mucha y no había gran problema, pero afectaría al tiempo de recuperación.

—No es un gran problema, pero es fácil que se infecte si sangra así, y entonces tendrá problemas. Ten cuidado. ¿Por qué no puedes cuidar de ella? ¿Qué puedes hacer además de ganar dinero?.

Alberto le dijo estas palabras a Eric, no importaba que el causante de la hemorragia fuera Eric, no podía eludir la responsabilidad.

Pero fue Fionna quien respondió.

—No lo culpes a él. Debí hacerlo accidentalmente cuando volteé mi cuerpo. No esperaba que sangrara —Dijo Fionna en voz baja. Tenía voluntad propia y no podía controlar sus emociones. La responsabilidad debía recaer sobre ella misma y no tenía nada que hacer.

A partir de ahora, ella no tenía nada que ver con Eric, mientras que lo ayudaría con todo su corazón, que era la forma en que lo amaba.

—¡Todavía hablas por él! Si te diste la vuelta y él no te ayudó, ¿por qué iba a quedarse aquí? Deja que otro se ocupe de ti.

Alberto, como médico, no podía perdonar la negligencia de Eric. No sabían qué tipo de consecuencias causaría la división de la herida, pero él fue muy claro.

La mayor repercusión era para la paciente, su tiempo de recuperación se retrasaría y tendría que soportar un periodo más largo de dolor.

—Le prestaré atención, deja de dar la lata.

Eric no pasó la pelota, porque la culpa era suya. Le garantizó una y otra vez que cuidaría bien de Fionna, pero su dolor siempre era por su culpa.

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