Aventura Amorosa romance Capítulo 168

Eric abrazó forzosamente a Fionna, tratando de retenerla, explicándole con sinceridad.

No podía aceptar que Fionna dejara esta ciudad. Aunque estuvieran separados, aunque no tuvieran relación, él tenía la expectativa, el deseo de volver a verla de vez en cuando.

Podía aceptar que no estuviera con ella, pero no podía aceptar que no volviera a verla.

Sin embargo Fionna no se atrevió a creer la sincera disculpa de Eric. Dijo que se había enfadado por culpa de Daniel, pero Daniel no había dicho nada, ¿cómo le había hecho enfadar Daniel?

Dijo que no podía gritar a su padre porque había mucha gente, pero ¿descargó su ira contra ella?

¿Qué significaba eso?

Significaba que ella no era nada en su corazón. Significaba que sólo había dicho lo que pensaba, y que sólo había encontrado una excusa al azar.

Fionna se echó a llorar, se soltó del brazo de Eric y le gritó con fuerza.

—Eric, basta. Puedo decir que es verdad o mentira. Me odias, y si no hubieras querido tener sexo conmigo, me habrías echado.

—No acepto disculpas hipócritas, no necesito que te disculpes. La culpa es mía por presentarme ante ti. No te preocupes, algún día me alejaré de ti.

Fionna lloraba mientras hablaba.

Eric había estado deprimido en el corazón, pero ella estaba en las quejas. ¿Con qué tenía que soportar la presión de Eric? ¿Porque lo amaba?

Si amar a una persona era tan doloroso, ella prefería renunciar. Ella no quería amarlo más.

Cuando las palabras de Fionna cayeron, ella se volvió para correr. Eric la detuvo.

—Fionna, lo que dije es cierto. Me equivoqué. Te pido disculpas. ¿Cómo podrás perdonarme?

Eric ignoró el forcejeo de Fionna y volvió a abrazarla. Fionna se empujó contra el pecho de Eric con ambas manos.

Sus lágrimas empañaban sus ojos. Aunque ampliara los ojos, no podía ver la cara de Eric, por lo que no podía ver su amor y sinceridad.

—No te perdonaré, te odiaré por el resto de mi vida. Es el momento más oscuro de mi vida cuando estuve contigo. Te odio. Te odio!

—Déjame ir, déjame ir, me pediste que desapareciera, ¿por qué me lo impides?

—Suéltame, ¿me oyes?

—Maldito seas, Eric, eres un canalla. Eres un cabrón. Te odio.

Fionna sintió que su corazón era atravesado una y otra vez. El dolor hacía que no tuviera dónde esconderse y sólo podía aguantar.

Realmente quería dejarlo todo y alejarse de Eric, el hombre que la entristecía. Pero no fue a todo a lo que renunció. Fueron sus hijos, lo más importante en su vida.

—Lo siento, lo siento...

—No digas lo siento. Ya que lo sientes, ¿por qué lo hiciste? ¿Me estás engañando? Quieres alejarme porque has jugado bastante conmigo... —Fionna rugió con fuerza.

No había nadie más junto al mar, podía liberar su emoción. Podía regañar como quisiera. Eric no era nada para ella y no tenía que preocuparse por sus sentimientos.

—Eric, espero que hayas venido a las afueras para mejorar la relación entre tu padre y tú, no para engañarme una y otra vez. Ahora deseo que no se te vuelva a ver en los suburbios. Tus problemas con tu padre no tienen nada que ver conmigo. A partir de ahora, somos extraños.

Fionna estaba cansada. En este momento su corazón cargaba demasiado, como si fuera a hundirse pronto en el fondo del mar. Si no descargaba algo, se convertiría en la comida del tiburón.

Se dijo a sí misma que, a partir de ahora, no le importaba nadie, excepto los niños y la familia. Los asuntos de los demás no tenían nada que ver con ella. Que estuvieran vivos o muertos, felices o aburridos no tenía nada que ver con ella.

—Fionna...

Eric estaba en pánico ahora, porque podía escuchar la decepción y la desesperación de Fionna hacia él.

—No me llames, no te conozco, vete...

Fionna empujó fuertemente a Eric, por los fuertes gritos, su voz había quedado ronca, por el llanto, sus ojos se habían puesto rojos e hinchados, lo que le dolía a Eric.

Ahora no tenía otra forma de hacer que Fionna se calmara y sólo podía probar el viejo método, aunque no sabía si funcionaría.

Sujetó la cintura de Fionna con una mano y con la otra le sujetó la nuca y la besó en los labios.

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