Aventura Amorosa romance Capítulo 172

Alda se incorporó, y entonces descubrió que estaba desnuda, lo cual era embarazoso.

Alda, asustada de sí misma, gritó con fuerza.

En ese momento Alberto se despertó con sus gritos, abrió los ojos y se giró para mirar a la aterrada Alda.

—No es la primera vez, ¿por qué tienes pánico? —se burló Alberto, haciendo que Alda se sonrojara y su corazón latiera violentamente. Ella levantó las sábanas para cubrir su cuerpo y dijo.

—¿Puedes...... explicarme de qué se trata? ¿Dónde estoy? —Alda quería saber qué estaba pasando.

Anoche se emborrachó y no recordaba cómo había llegado hasta aquí.

La reacción de Alberto fue completamente opuesta a la suya. Estaba tranquilo y sonrió.

Se sentó, dejando al descubierto su sólido pecho.

—La última vez ocurrió voluntariamente después de que nos emborracháramos...

—Te digo que hables de esta vez. No menciones la última vez —Dijo Alda con insatisfacción. Ante la sonrisa canalla de Alberto, ella deseó poder darle un puñetazo.

—Vale, esta vez. Esta vez has dado el primer paso, si no, no habría traído ninguna mujer a casa.

—Oh, esta es mi casa, mi habitación —Explicó Alberto.

—¿Yo hice la jugada? ¿Me ofrecí a venir a tu casa? ¿Estoy loco? —Alda realmente no creía que pudiera tomar la iniciativa en estos asuntos. No tenía tantas ganas de tener un hombre así.

—No me importa. Fuiste tú quien dio el paso

—Los dos estábamos borrachos. Daniel nos pidió que nos quedáramos en la villa, pero tú querías volver, así que llamó a un taxi y nos llevó de vuelta juntos, y en el camino de vuelta empezaste...

—Para, para, no creo que haga el primer movimiento... en un taxi.

Alda lo sintió humillante, así que le impidió hablar.

Sabía que se emborrachó y tomó el taxi, pero por qué no recordaba que había dado el primer paso.

—Sabía que no me creerían. Para demostrar mi inocencia, tengo el número de teléfono del taxista. Si no me crees, llámale y confírmalo.

Alberto parecía estar preparado, pero su mala sonrisa hizo dudar a Alda.

Alberto estaba seguro de que Alda no le preguntaría al taxista por eso lo dijo. Y en realidad no era así.

Fue él quien dio el primer paso. Él fue quien la obligó a venir. Él fue quien la llevó a su habitación.

Alda era ambivalente. ¿Cómo iba a pedírselo al taxista? Aunque no creía que pudiera hacer algo así, no sabía qué hacer.

—Alda, aunque esta vez hayas dado el primer paso, yo, como hombre, seré el responsable. Depende de ti seguir juntos como novio y novia o casarte.

—¿Novio y novia? ¿Casarse?

Alda se sorprendió al escuchar eso. Después de tanto tiempo trabajando juntos o estudiando lo de Fionna, no sentía que Alberto le gustara. Ahora porque se acostaban juntos, ¿quería casarse?

—No importa, no hace falta que nos casemos y tú no tienes que hacer nada. No quiero un matrimonio sin amor.

Alda rechazó a Alberto, pero inexplicablemente se sintió triste.

—Date la vuelta...

—¿Es decir podemos casarnos si me enamoro de ti?

Alda quería que Alberto se diera la vuelta para poder ponerse la ropa, pero Alberto interrumpió sus siguientes palabras con una frase seria.

Ella miró a Alberto con sorpresa. Ni siquiera estaba segura de lo que Alberto acababa de decir.

¿Amor? ¿La amaba? ¿Cuándo empezó? ¿Por qué no podía sentirlo?

Debía estar mintiendo.

—¿Es tan sencillo enamorarse? ¿Enamorarse después de dormir juntos? No bromees. El amor está hecho para ser amado con el corazón, no con la boca.

Alda se envolvió directamente en las sábanas y se bajó de la cama sin importarle que Alberto se vistiera.

—¿Dónde está el baño? —Preguntó mientras recogía la ropa.

Luego se dirigió al baño siguiendo la dirección del dedo de Alberto.

Aunque estaba vestida, su mente seguía con las palabras de Alberto, y pensó que la credibilidad de las palabras de Alberto seguía siendo muy baja.

Aunque él se hubiera enamorado de ella, ella no se había enamorado de Alberto, así que estaba muy lejos del matrimonio.

Salió a desayunar y volvió a casa para cambiarse de ropa. Tomó un taxi hasta las afueras para coger su coche.

Luego charló con Fionna.

Fionna y Alda se quedaron fuera del patio, junto al coche. Alda le preguntó por la solicitud de ingreso en la escuela.

—¿De verdad quieres ir al extranjero?

Aunque sabía que sería bueno que Fionna se fuera, no quería que se fuera.

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