Hoy solo quería ser Lana. Una chica corriente con un nombre inusual, que está cansada de la monótona vida cotidiana y quiere celebrar tranquilamente su cumpleaños con amigos. Y así empezó todo.
- Lana, deja de molestarte, somos más, ¡lo que significa que vamos al club! - Mi compañera de clase Yulia habló bastante feliz. Aunque en el brillo ya muy borracho, la mirada brillaba, y los labios divertidos se doblaban en un tubo.
"Mi cumpleaños, así que estoy decidiendo", se negó rotundamente, terminando su botella de sidra de manzana natural. La cerveza no es mi bebida.
"Te gustará, te lo prometo," Julia no se calmó. - ¡Tenemos una sorpresa para ti!
- ¿Cual? - Parpadeé con interés.
"No sabrás si no vas", dijo Lizka. - Aunque no soy fan de esos sitios, pero como es tu cumpleaños ...
- ¿Qué sitios? - No entendía.
- ¡Para de hablar! - gritó Yulia y, sacudiendo su corto cabello castaño oscuro, me arrastró hasta un sospechoso establecimiento con un nombre extraño: "Casanova".
En la entrada nos cobraron quinientos, yo, como cumpleañera, no tuve que pagar. Una suave ola de interés recorrió mi espalda. ¿Qué tipo de club es este?
Solo había que entrar, mientras la música relajante envuelta en alas oscuras, el aroma del alcohol, el desenfreno y la libertad penetraba por los poros. Sin embargo, todo esto no fue la primera vez para mí y no me impresionó mucho.
Mis amigas, sin embargo, francamente "flotaron". Y no sin razón: la institución resultó ser un club de striptease. Además, había un cartel en la puerta: "Entrada solo para mujeres".
En el escenario, en la pared del fondo, un hombre en traje de baño de leopardo bailaba con la música de una banda alternativa. Los movimientos eran a veces agudos y fuertes, a veces tentadoramente suaves.
Yulia frunció el ceño y me dio una palmada en el hombro.
- ¡Esto no es un pasatiempo! Por cierto, esto es todo para ti.
- Gracias, querida, - sonreí y agregué exageradamente redondeando los ojos: - Espero que no estés sufriendo demasiado.
Yulia sonrió y puso los ojos en blanco.
"Sin embargo, el camarero no es muy bueno", dije después de un momento, haciendo una mueca de dolor ante otro sorbo del cóctel.
Volvió la cabeza hacia la barra. Un hombre alto, de anchos hombros con una remera blanca como la nieve, o como una vez estuvo de moda llamarlo - "bilanke", me lanzó una mirada juguetona y sonrió encantadoramente. Pues parece que con esa sonrisa, se le puede perdonar no solo por un mal cóctel, sino también por asesinato.
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