Besos de un infiel romance Capítulo 5

Tres meses después.

Sebastián

Los números no dejaban mi mente, debía tener un informé al día con todas las compras y ventas que había dejado el desfile para mañana a primera hora.

Yuselth, me había exigido tener esos papeles listos y no tenía otra opción que cumplir.

Archivo los informes listos, dejó el portafolio en mi mesón y sigo con las otras cinco carpetas que me faltan.

— Señor Walk, disculpé. — entra la asistente de Yuselth.

— Dime. — respondo sin despegar la vista del computador.

— Somos los últimos en el edificio. —habla en voz baja— ¿Necesita ayuda?

Alzo la vista y me encuentro con sus ojos mieles, es menuda y usa gafas redondas.

Sacudo la cabeza.

Ella termino su trabajo y no abusare de su bondad.

— Gracias, pero vete tranquila. — pestañea. — Adiós Rossel.

— Adiós, señor Sebastián, que tenga buena noche. — sonríe y se da media vuelta saliendo de mi oficina.

Observó la hora, ya son casi las nueve de la noche, debo apresurarme porque el portero cierra el edificio a las once.

Me dispongo a terminar sacando los cálculos requeridos, tanto estrés me hace equivocarme tres veces, pero nada que no pueda manejar, comparó las ganancias del mes pasado con el actual y el porcentaje que obtuvimos de las ventas. No sé cuánto tiempo pasa, pero ya solo me quedan dos carpetas y decido tomar un break, me pongo de pie para ir al baño.

Mi cuello duele al igual que mi espalda, las piernas las estiro y camino cansado fuera de mi oficina al baño del pasillo, todo esta en silencio, las luces están bajas y se ve muy poco, a cualquiera le daría miedo estar a altas horas en este edificio solo, pero solía quedarme horas extras antes y estaba acostumbrado a esto.

Toco mis bolsillos para ver la hora en mi celular, pero me lo e dejado en la oficina, llego al baño, mojo mi rostro para despejarme, mis ojos pesan, pero debo seguir trabajando.

Al volver a mi oficina me extraño porque la puerta está abierta y yo la he dejado cerrada, me pongo alerta y abro con cuidado, me sobre salto cuando la silla se gira y me deja ver a la persona que se esconde.

Vanessa.

Frunzo el ceño.

¿Qué hace aquí?

— Hola Sebastián. — dice saboreando mi nombre y se levanta.

Se acerca a pasos lentos, trae el cabello liso y brilloso, tacones alto dejando ver la mitad de sus piernas debido a que viene con una bata de satén que deja a la vista sus pechos.

— ¿Qué haces aquí? — mi voz resuena en la oficina.

— ¿Qué crees tú? — habla en voz baja y sensual.

— ¡Vete de mi oficina!

Ella ni se inmuta y apretó los puños.

No se en que idioma hablarle a esta mujer para que me deje en paz, viene jodiendo desde que llegue a este edificio.

— ¿Por qué? — su mano se acerca a mi pecho, pero la detengo antes de lo logre.

— Porque no me interesas, Vanessa. — mascullo, pero ella ríe y muerde su labio cuando ejerzo más fuerza en su mano.

— Me gusta duro. — murmura cerca de mis labios.

— A mí me importa una mierda, vete. — gruño en voz alta.

Me está haciendo perder la paciencia esta mujer.

— ¿Así que te importa una mierda? —pregunta— Veremos qué tan poco te importa. — se zafa de mi agarre.

No me da tiempo de reaccionar cuando deja caer la bata quedando en una ropa interior diminutiva y de encaje.

La respiración se me acelera.

— Vete. — demandó.

— ¿Por qué? —sonríe provocativa. — ¿No te gusta lo que ves?

Da un giro y veo la tanga que se le pega al culo.

Maldita sea.

— Mi cuerpo te anhela, Sebastián. — jadea tocándose los senos.

— Vete, joder. — la tomó del brazo e intentó sacarla de mi oficina, pero se resiste.

Verla de ese modo me descoloca.

No puedo caer en esto, no quiero caer en esto porque la carne es débil.

No voy a traicionar a Jessy.

Nunca lo he hecho.

— ¡Deja de pensarla! Mira me tienes casi desnuda, no hay nadie en este edificio, puedes follarme tranquilo. — lleva sus manos a mi pecho y niego quitándola.

No, no puedo.

— Sebastián mírame. —toma mi rostro y mis ojos la miran con odio. — Esto no falla y dices que te mueres por meterte entre mis piernas.

Me toca la entrepierna y maldigo, la erección que me cargo es notoria.

En tres segundos la tengo de rodillas tomando la pretina de mi pantalón en sus manos.

—No…

— Si. — susurra ella y verla de rodillas me hace perder la puta razón, mi cabeza no conecta con mi mente, una parte de mi quiere hacerlo, pero otra piensa en Jess pero al momento de sentir su cálida boca me voy al carajo.

Jessy

El mensaje de Sebastián me preocupa, pero a su vez me deja tranquila, quiere que vaya a dejarle unas carpetas que necesita, pero no me había avisado que tenia trabajo pendiente en la oficina.

Hace mucho tiempo que no se quedaba trabajando en la oficina.

Miro a mi hija, está viendo televisión y son casi las diez y media de la noche, no me gustaría sacarla de casa a esta hora.

Voy a la recamara a buscar las carpetas y de paso llamo a mi vecina para ver si puede quedarse un momento con Luz a lo que voy a dejarle las cosas a Sebastián.

— Luz, tengo que ir a dejarle estos papeles a papá. — digo bajando las escaleras. —Te quedarás un momento con la vecina. ¿Sí? — Luz asiente feliz.

Creo que se llevan muy bien con la señora Pilar.

La abrigo bien antes de salir de casa, ya debería estar durmiendo, pero no se queda dormida si Sebastián no llega a casa.

Salimos de casa y cruzamos la calle, llamo y la señora Pilar no tarda en salir de casa.

— Hola nonita. — dice Luz cuando la ve.

— Hola, cariño, hola, Jessy. —saluda abriendo la puerta.

—¡Pelusaaaa! —grita mi hija llamando al perro de la señora Pilar y entra a casa sin permiso.

— ¡Luz, se pide permiso antes de entrar! — exclamo, pero Luz parece no escucharme.

— Ay no la regañes, ella puede entrar cuando quiera. — dice la señora Pilar.

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