Besos de un infiel romance Capítulo 30

— Lo siento, discúlpame. — dijo él mirando mi mancha en el pecho.

— Esta…

— Señorita, tenga para que se limpie. — una chica llegó con un paño húmedo.

— Gracias.

Comencé a pasarlo por la camiseta, pero era imposible, esto no iba a salir hasta que la lavara por completo.

— Lo siento, ¿Te compró una camiseta? — propuso él hombre sacudiéndose el cabello.

— No, no te preocupes. —respondí— Si quieres me compras un jugo ya que venía a cambiar esté.

Sacudí el vaso vacío.

— Claro...

— No, no te moleste yo se lo compró. — Sebastián apareció.

Me pidió el vaso dejándolo en el mesón y ordenó un jugo.

— Wow. — murmuró el hombre frente de mí. — ¿Entonces? Te compró una polera, en unos puestos de allá vi algunas.

Me miré la mancha y realmente era molesto así que asentí.

— Está bien.

— Genial. —sonrió— Ya vuelvo.

Pasa por mi lado guiñándome el ojo y no pude evitar reír.

— ¿De qué te ríes? — la voz de Sebastián me sobresalto.

— Nada. — respondí poniéndome sería. —Vamos.

— Ese tipo es un idiota. — gruñe.

Luz estaba comiendo pizza y quise decirle a Sebastián cómo se le ocurría dejar a Luz sola en este lugar, pero comenzaríamos una contienda imparable y ya era suficiente con sus escenitas de celos.

— Tu polera mami. — apuntó Luz abriendo los ojos.

— Se me mojo un poco, ya lo arreglaré. — dije restándole importancia.

Seguimos comiendo, iba por mi segundo trozo cuando sentí que alguien tocó mi espalda. Tenía a Sebastián al frente de mí y ver su cara fue suficiente para saber de quién se trataba.

Soltó la pizza dejándola a media mascar.

— Tu polera. — dijo el hombre que aún no sabía su nombre.

— Gracias. — tome la polera que me ofrecía y me sorprendió lo corta y escotada que era.

— ¿Algo está mal? — pregunto.

— No, no...

— ¡Para la próxima le traes un puto brasier, así la ves mejor! — escupió Sebastián.

Lo miré incrédula, Luz se sobresaltó y lo fulminé con la mirada.

— Sebastián. — le advertí.

— No necesito traerle un puto brasier, solo encontré algo con lo que se vería preciosa. — respondió el hombre enderezando la espalda.

— ¡Mi mujer es preciosa imbécil!

Vi a Sebastián ponerse de pie y salte de mí asiento para frenarlo. No traería nada bueno, lo conocía lo suficiente para saber que estaba ardiendo de rabia y celos.

— Basta, está nuestra hija. —lo mire directo a los ojos— Sebastián, no hagas una estupidez.

— Espero te guste y disculpa por mojarte. — dijo con doble sentido la última palabra para luego marcharse.

Sebastián apretó la mandíbula a punto de explotar.

— Pensé que habías cambiado pero cada día te desconozco más. — susurré solo para nosotros dos.

La gente nos miraba y no me quedo otra que tomar muestras cosas para marcharnos.

Luz estaba un poco asustada, pero tome de su mano yéndonos al baño.

Cambie mi camiseta por la otra que me trajo el hombre. Parte del vientre se me veía y mis senos relataban.

— ¿Ya nos vamos mami?

Asentí.

Al salir del baño Sebastián nos estaba esperando, ni lo miré al pasar por su lado, salimos del parque con un ánimo diferente.

Senté a Luz en su silla, abroché el cinturón y me fui a mi puesto recargando mi cabeza en el vidrio.

Estaba agotada tanto física como mentalmente, ya había pasado tiempo desde que mi matrimonio se había ido al carajo, Sebastián no tenía derecho de hacerme esas escenas de celo.

— Jess. — murmuró Sebastián dándole un apretón a mi rodilla.

Quite su mano molesta.

— Mami. — la voz de Luz estaba llena de nervios.

— ¿Qué pasó hija? — medio me gire.

— Tengo hambre. — se rasco la pierna.

Mentía, la conocía muy bien para saber que estaba nerviosa por esta situación y me odie por hacerla pasar por esto.

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