Carta Voladora Romance romance Capítulo 128

Estrella se burló:

—Me has mentido, es obvio que eres el joven amo de la familia Beldad, pero en realidad me has mentido sobre ser un vagabundo.

Stefano tosió torpemente:

—No quise decir eso, no me preguntaste.

—¿Y ahora me culpas a mí? —Los ojos de Estrella se abrieron de par en par.

Stefano se rindió rápidamente:

—No, no, cómo me atrevo a culparte, es mi culpa, todo es mi culpa, ¿de acuerdo?

—Eso es más bien, ve a buscar tu equipaje —Estrella fingió darle una patada.

Stefano apretó los labios y se dirigió obedientemente al maletero para coger su equipaje.

Ricardo también le siguió para unirse a él.

Los tres se dirigieron pronto hacia la villa con su equipaje.

Julio apretó la mano de Sara, que estaba de mal humor con la cabeza caída, y dijo en voz baja:

—Sara, entremos también.

—De acuerdo —Sara asintió con una sonrisa.

Un grupo de cinco personas entró en la villa con su equipaje.

Justo cuando entraron en el salón, se oyeron pasos en la escalera.

Las cinco personas levantaron la vista.

Iker bajó las escaleras con ropa informal y sus zapatillas.

Cuando vio a los cinco hombres, se quedó con la boca abierta por la sorpresa:

—¿Por qué estáis todos aquí?

—Sr. Pliego —Stefano levantó las cejas y sonrió mientras hacía un gesto con la mano a Iker.

Estrella también asintió con la cabeza en señal de saludo:

—Sr. Pliego.

Aparte de los dos, los otros tres tenían expresiones diferentes.

A Ricardo no le gustó Iker, gruñó y apartó la mirada.

Julio, por su parte, frunció las cejas, sabiendo ya que la otra pareja era Iker y Octavia.

—Sara... —Julio miró a la mujer que estaba a su lado, la preocupación en sus ojos no se expresaba.

La mano de Sara escondida en la manga se apretó con fuerza, sus uñas se clavaron en su carne, pero en su rostro, todavía se esforzó por mantener una sonrisa:

—No te preocupes Julio, sé lo que te preocupa, haré lo posible por controlarla y no dejarla salir.

¡Mierda, mierda!

¿Estaba Dios tan en contra de ella? Ella sólo quería tener una cita con Julio para profundizar en su relación, pero no esperaba que Stefano trajera a alguien para estropearlo, y más que otra pareja era en realidad Octavia e Iker.

—¿Quién es ella? —preguntó Ricardo con curiosidad, sosteniendo el balón de baloncesto.

Stefano y Estrella también miraron a Sara con curiosidad.

Sara se mordió el labio:

—Ella... ella es...

Como no sabía qué responder, miró suplicante al hombre que estaba a su lado.

Julio bajó los ojos y dijo con voz ligera:

—Nada, no es de tu incumbencia, no hace falta que preguntes.

—Cómo que no tiene nada que ver con ellos, es obvio que no quieres hablar de ello —Iker se cruzó de brazos con desdén.

—¿La conoce, Sr. Pliego? —Stefano le miró.

Iker enganchó los labios:

—Por supuesto, ella es...

—¡Iker! —El rostro de Julio era gélido cuando le interrumpió, sus ojos contenían una llama de ira:

—Esta es la intimidad de Sara, no es tu turno de decirlo.

Iker se erizó:

—Bien, no diré nada, pero ¿cuánto tiempo crees que puedes ocultarlo?

Cuando terminó, se dio la vuelta, tampoco quería bajar las escaleras, y se preparó para volver a su habitación en el tercer piso.

—Espere un momento, señor Pliego —Estrella le llamó de repente.

Iker se detuvo en seco:

—¿Qué pasa?

—Señor Pliego, en qué piso vive, déjeme vivir en el mismo que usted, no quiero vivir en el mismo piso que un psicópata. Me da miedo el gafe —Estrella miró a Sara.

Sara se mordió el labio en señal de humillación:

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