Carta Voladora Romance romance Capítulo 142

—Sólo media hora —Iker sacó un pañuelo y le secó el sudor con cariño.

Octavia parpadeó.

—¿Media hora? Pensé que habías llegado hace mucho tiempo.

—Eh...

—Iker sonrió torpemente —Podríamos haber llegado a la cima de la montaña hace mucho tiempo. Todo fue culpa de Ricardo. Tomó el camino equivocado, así que...

—¿Qué quieres decir con —todo es culpa mía—? Es obvio que no puedes ganarme, por eso me has señalado el camino equivocado —Ricardo se acercó y escuchó a Iker hablar mal de él. Replicó enfadado.

Iker resopló con orgullo.

—Aunque te haya engañado deliberadamente y te haya señalado el camino equivocado, lo has seguido, ¿verdad? Qué estúpido eres.

—Tú...

—Ricardo apretó los puños con rabia.

Octavia se apoyó la mano en la frente.

—Basta. Deja de discutir. Hay tanto ruido que me va a doler la cabeza.

—Entonces te daré un masaje. No te dolerá más —Mientras Iker hablaba, se puso detrás de ella y le masajeó las sienes.

Ricardo vio esto y murmuró:

—Besaculos.

Iker le escuchó y respondió en voz baja:

—Algunas personas ni siquiera tienen la oportunidad de ser un lameculos.

Al ver que los dos niños seguían discutiendo, Octavia se sintió impotente.

—Si queréis seguir discutiendo, marchaos y dejadme en paz.

—Está bien, nos levantamos, cariño —Iker la consoló rápidamente.

Ricardo también asintió, indicando que debían dejar de discutir.

Como era de esperar, cumplieron su palabra y se callaron.

Sólo entonces se calmó Octavia.

Pero poco después, algo se le pasó por la cabeza a Ricardo. Miró hacia la montaña y preguntó:

—Por cierto, Octavia, ¿dónde está mi hermano?

—Está detrás de nosotros —respondió Carballo con indiferencia.

Iker se rió de él.

—Un hombre no puede conquistar ni a dos mujeres. ¿Por qué ha tardado tanto? Es débil.

—Tonterías. No es por mi hermano. Debe ser Sara. Ella debe haber arrastrado a mi hermano —explicó Ricardo exasperado.

Octavia levantó las cejas.

Bueno, en cierto sentido, el chico tenía razón.

Efectivamente, fue por culpa de Sara que Julio no había llegado todavía.

Sin duda, las palabras de Ricardo no tardaron en confirmarse.

Julio llegó finalmente a la cima de la montaña con Sara a cuestas.

Tras dejar a Sara en el suelo y sentarse en una piedra con la ayuda de Ricardo, Julio cerró los ojos para descansar.

Después de todo, le resultaba muy difícil llevar a una persona a la espalda mientras subía la montaña.

A pesar de haber estado haciendo ejercicio durante todo el año, seguía estando agotado. Se sentó allí, jadeando ligeramente.

Ricardo se puso a su lado, abanicándolo y dándole un poco de agua.

—Julio, ¿estás bien? —Sara se acercó y preguntó con preocupación.

Julio abrió los ojos y estuvo a punto de responder.

Ricardo se puso delante de él y miró a Sara con rabia.

—¿Crees que mi hermano está bien?

—Yo...

—Sara se sorprendió por su mirada feroz y dio un paso atrás.

Ricardo continuó:

—¿No tienes las piernas largas? ¿Por qué quieres que te lleve mi hermano? ¿No sabes caminar?

Sara parecía estar dolida y casi rompe a llorar.

Ricardo se molestó al verla actuar así y quiso volver a hablar.

Julio le interrumpió y dijo:

—Muy bien, deja de hablar. No es su culpa. Déjalo. Quítate de en medio.

—¿Julio? —Ricardo le devolvió la mirada.

—Te estoy defendiendo. ¿Me pides que me quite de en medio?

—¿Lo harás? —Julio entrecerró los ojos.

Ricardo estuvo a punto de decir algo. Pero al final, miró a Sara y se apartó.

—Julio...

—Sara finalmente vio a Julio.

Julio le dio un pañuelo de papel y le dijo:

—No llores.

—Hmm —Sara asintió apenada.

En ese momento, Octavia y las otras tres personas, que estaban recogiendo leña y piedras, regresaron.

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