Carta Voladora Romance romance Capítulo 330

Julio pensaba que Octavia necesitaba su ayuda. Para su sorpresa, ella le devolvió el dinero del congee.

¿Tanto miedo tenía de deberle algún favor? El congee sólo costaba unos pocos euros, pero aun así le giró el dinero.

Julio se sentía agotado. Se frotó las sienes y guardó el teléfono.

No aceptó la transacción y fingió no haberla visto. Al cabo de veinticuatro horas, el dinero volvía automáticamente a la cuenta original.

—Sr. Sainz, a continuación, usted... —Félix dijo detrás de él.

Julio levantó la mano para interrumpirle:

—Cancela las citas sin importancia y retrasa las importantes.

Sabiendo por qué lo decía, Félix cerró el libro de horarios:

—Ya veo, Sr. Sainz. ¿Va a ir al hospital ahora?

Julio tarareó y dijo:

—Prepara el coche.

—Bien, Sr. Sainz —Félix se subió las gafas.

Cuando llegaron al hospital, ya estaba oscuro y lloviznaba.

Félix aparcó el coche. Julio abrió la puerta, sacó un paraguas y se bajó:

—Ya puedes irte a casa. Ven a recogerme mañana por la mañana.

Decidió quedarse de nuevo en el hospital durante la noche.

Félix asintió ligeramente:

—Lo tengo, Sr. Sainz.

Julio abrió el paraguas y se dirigió al edificio de hospitalización.

Cuando llegó a la sala de Octavia, salió por casualidad una enfermera que hacía la ronda. Al ver a Julio, se inclinó ligeramente y le saludó:

—Hola, señor Sainz.

Julio asintió como respuesta:

—¿Está durmiendo? —preguntó.

La enfermera sabía a quién estaba preguntando. Sacudió la cabeza y respondió:

—La señora Carballo sigue despierta. Estaba con el goteo de antibióticos antes.

—Ya veo. Por favor, vuelve a tu trabajo —Julio agitó la mano.

La enfermera se despidió de él y se fue.

Julio se quedó en la puerta y llamó a la puerta de la sala.

Octavia estaba leyendo un informe. Al oír los golpes, no levantó la cabeza y respondió:

—Pase, por favor.

Al oír su voz, Julio giró el pomo, empujó la puerta y entró:

—¿Qué estás leyendo?

Octavia se quedó sorprendida. Entonces levantó la cabeza. En lugar de responderle, preguntó:

—¿Por qué estás aquí?

Julio se dio cuenta de que no era bienvenido aquí por su tono. Sus ojos se oscurecieron. Puso el paraguas en el portaparaguas y respondió:

—Como dije antes, vendría a ver cómo estabas por la noche.

Octavia frunció el ceño.

Recordó que lo había dicho antes de salir del hospital.

Sin embargo, ella lo ignoró en ese momento.

Octavia bajó la cabeza y siguió leyendo el informe:

—¿De verdad? Ahora ya me has investigado. Ya puedes irte —dijo para despedirlo.

Julio apretó sus finos labios:

—Octavia, ¿puedes dejar de ser tan dura conmigo?

Ya había vuelto a ser la mujer que fue fría, dura e irónica con él cuando acababan de divorciarse.

—¿Duro? —Octavia sonrió. Dejó el informe en sus manos de repente.

El informe cayó al suelo junto al borde de la cama y ella lo ignoró. Miró a Julio con frialdad:

—¿Qué esperas que te trate? ¿Debo ser amable contigo? ¿O que sea amable contigo? ¡Qué ridículo! Engañaste a Sara conmigo durante tu compromiso con ella y me lo ocultaste hasta hoy. ¿Por qué debería tratarte amablemente? Si quieres que te traten amablemente, adelante, busca otra mujer. Hay muchas mujeres que están dispuestas a ser amables contigo.

Se sintió asqueada y arrepentida cuando pensó en aquella noche de hace tres meses. Se arrepentía de haberse emborrachado y de haber coqueteado con un hombre.

No le importaba hacerlo, pero tenía muy mala suerte. Le tiró los tejos a Julio, y éste le puso los tejos a su prometida.

Por aquel entonces, Octavia arruinó la ceremonia de compromiso de Julio y Sara, por lo que no la celebraron y tuvieron que posponerla para el año nuevo, pero se comprometieron oficialmente. Eran una futura pareja.

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