Carta Voladora Romance romance Capítulo 831

—¡No tengo miedo! —Julio negó con la cabeza sin vacilar.

Octavia se sorprendió un poco:

—¿Por qué?

En los ojos de Julio brilló una luz aguda. —Aunque no te guste, no cambiaré de opinión. Te tendré conmigo toda la vida y no permitiré que te vayas. Sólo puedes ser mi mujer. Eres mi mujer y la mujer del líder de la familia Sainz. Nada puede cambiarlo.

Octavia le miró. Al cabo de un rato, sonrió de repente y dijo:

—no sólo eres mandón, sino también dominante.

—No importa. Sólo quiero este resultado —Julio le cogió la mano y se la besó.

Octavia le miró y le dijo:

—Si quieres tenerme contigo toda la vida, no debes cambiar nunca de corazón y tener sólo una mujer. Si un día cambias de opinión y tienes a otra, te mataré. Después de todo, primero me pides que esté contigo, así que Julio, debes recordar lo que has dicho hoy. No puedes romper tu promesa, o haré algo realmente impactante.

—De acuerdo —Julio aceptó sin dudarlo.

Octavia sonrió con satisfacción —eso está mejor.

—Sra. Sainz, ¿le gusta ahora este nombre? —Julio bajó la cabeza, apoyó la frente contra la de ella y preguntó en voz baja.

Octavia apartó la mirada y dijo:

—ya sabes la respuesta.

Julio sabía que ella era tímida, así que no la forzó. Sonrió y dijo:

—Bueno, Sra. Sainz, ¿puede hacerme un favor ahora?

—¿Qué pasa? —Octavia asintió.

Julio la soltó y estiró los brazos.

—Me siento incómodo cuando la ropa se me pega al cuerpo. ¿Puede ayudarme a quitármela, Sra. Sainz?

Los ojos de Octavia se abrieron de par en par. —¿Quieres que te quite la ropa? Julio, ¿no tienes manos?

—No quiero moverme —Julio la miró y dijo inocentemente:

—y mi brazo aún no se ha recuperado. Tú mismo lo has dicho.

Octavia se quedó muda, y su boca se crispó.

—Dije que tu brazo aún no se ha recuperado, pero eso no significa que no puedas quitarte la ropa, ¿verdad?

Julio simplemente cerró los ojos y no dijo nada. Seguía extendiendo los brazos. Obviamente, estaba esperando.

Octavia se quedó sin habla. Sabía que ese hombre no cambiaría de opinión.

Ella no sabía antes que este hombre era realmente tan desvergonzado.

Era como un niño testarudo.

Además, ella había dicho que su brazo aún no se había recuperado, así que no podía subirla.

Pero la convenció de que se quitara la ropa con sus palabras.

Parecía que se había atrapado a sí misma.

A Octavia le dolía la cabeza, pero aun así alargó la mano para quitarle la ropa. Tenía que hacerlo.

Ella no podía hacer nada para hacerle cambiar de opinión.

Él mantendría los brazos abiertos así si ella no lo hacía.

Este hombre siempre fue testarudo y sabía muy bien cómo convencerla.

—Ay... —Con un suspiro, Octavia echó la camisa negra de Julio en su cesto de la ropa y la colocó con su ropa sucia.

En cuanto la tiró, la volvieron a agarrar del brazo.

—¿Qué pasa? —Octavia estaba confusa.

Julio la miró con ojos profundos y no dijo nada. Volvió a estrecharla entre sus brazos, le levantó la barbilla con la otra mano y la besó.

—Hmm... —Octavia luchó inconscientemente.

Su voz era suave y dulce, y su cara seguía roja, lo que la hacía parecer más sexy.

Julio sintió que su corazón era atravesado por una flecha y su respiración se detuvo durante unos segundos.

¡Era tan mona!

¡La quería así!

Rara vez se comportaba con tanta coquetería delante de él, así que no sabía qué aspecto tenía cuando era coqueta, ni sabía si actuaría con coquetería o no.

Ahora se daba cuenta de que era tan mona cuando hablaba con voz dulce. Quiso esconderla y no permitió que nadie más viera su linda cara.

Octavia nunca había sido así, pero una vez que actuaba así, era tan mona y le llegaba al corazón con sólo sonreír.

La nuez de Adán de Julio se movió y su voz se hizo más ronca.

—Vale, no te muevas. Te llevaré fuera.

—Tu brazo.

—Estoy bien. No te preocupes —Julio se inclinó y le susurró al oído.

Octavia estaba demasiado cansada para moverse, y mucho menos para caminar sola.

Al oír lo que él decía, ella ya no insistió. Asintió levemente y volvió a cerrar los ojos.

Julio la cubrió con un albornoz, la levantó de la bañera y salió del cuarto de baño.

La calefacción del salón estaba encendida, así que no hacía frío cuando salían del baño.

Así que a Julio no le preocupaba que pudiera resfriarse.

Julio puso a Octavia en el sofá del salón y dejó que se tumbara. Luego empezó a ponerle el albornoz con cuidado.

Después de ponérselo, le tiró el pelo largo y mojado al reposabrazos del sofá, por si se le pegaba al cuello y a la cara todo el rato, dándole frío.

Después, Julio se levantó y se dirigió a su habitación. Enseguida, sacó de la habitación un secador de pelo y una toalla limpia. Se sentó a su lado y le secó suavemente el pelo mojado. Lo hizo con delicadeza porque no quería tirarle del pelo y hacerle sentir dolor.

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