Casualidad Destinada romance Capítulo 53

—Bien, has hecho un buen trabajo esta vez y te doy crédito —dijo, girando la cabeza bruscamente para preguntar a la mujer que se sentaba a su lado—. Selena, cuando dijiste que querías que te ayudáramos a dar una lección a Isaías ese día, ¿Qué quieres que hagamos exactamente? Dinos.

Selena estaba sentada a su lado, toda vestida con un traje sexy, sin ningún atisbo de su habitual aspecto inocente y delicado, ella se mofó:

—¡Claro que os lo diré, mientras llevéis a ella a la cita, cuando llegue el momento ... haré que recuerde esta reunión de clase el resto de su vida!—Apretó los dientes con odio.

Lo que ocurrió en la rueda de prensa es algo que ella nunca olvidará.

A diferencia de estas niñas ricas que crecieron en Ciudad Lakveria, Selena venía del campo y, al principio, nadie quiso acogerla.

Gracias a su duro trabajo y a la captación de corazones paso a paso, ha llegado a donde está hoy y a su buena reputación de inocencia y amabilidad en ellos.

Pero todo por lo que había trabajado durante años fue arruinado por Isaías en una conferencia de prensa.

«Como has arruinado mi todo esfuerzo y mi alma, ¡tampoco puedo ponértelo fácil, Isaias!»

«Ahora que todo el mundo en Ciudad Lakveria sabe que no soy una buena persona, voy a romper las reglas y hacer caer a Isaías, aunque sea para matarla.»

¿Cómo es posible que el hombre que estaba a su lado no supiera lo que ella pasaba por su mente?

Es que todos parecían niños ricos de la alta burguesía que no tenían nada mejor que hacer que causar problemas en general. Además Selena era bastante guapa y como se hizo de rogar, Isaías no tenía apoyo de otros, entonces, ¿qué razón tenían para rechazar a esta guapa y no hacerle este favor?

El hombre pensó y se acercó a Selena con una sonrisa:

—Selena, mira que he sido útil, ¿quieres dejar que te dé un beso?

El corazón de Selena se asqueó un poco, pero resistió el impulso de apartarle.

—Juan Campos, no hagas eso, que hay mucha gente aquí —dijo ella, moviéndose ligeramente y sentándose más lejos de Juan.

—No te preocupes, mientras me ayudes a hacer las cosas, nunca faltaré a la palabra que te prometí.

Juan entrecerró los ojos, miró su delicado rostro de Selena a la tenue luz del bar y, durante medio segundo, sonrió con maldad:

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