Casualidad Destinada romance Capítulo 6

A su vez, Isaias todavía no tenía ni idea del malicioso plan de los Graciani.

Después de volver a su dormitorio, se tumbó en la cama y no pudo evitar sentirse decepcionada amargamente.

Después de que Francisco González casó a su única hija con Valentino, el estado de la salud le fue empeorando cada día más. Viendo crecer poco a poco el vientre de su hija, el Don González tenía miedo de no poder esperar hasta el día en que naciera su nieta, así que acudió a su antiguo amigo, Don Alguacil, y acordó un compromiso matrimonial con el nieto mayor de este para su nieta.

En el testamento Francisco no nombraba a quién tenía el derecho a legar la herencia, sino que se limitaba a indicar que la heredera tenía que ser su nieta. En ese momento, Lila tampoco tenía muy buen estado de salud, quien había tenido un aborto espontáneo, y le fue bastante difícil dar a luz a Isaias, por eso Francisco suponía que su hija no iba a tener más hijos y pensaba que su arreglo sería infalible.

No obstante, el destino fue impredecible.

Sí que Lila no dio a luz a más hijo después del nacimiento de Isaias, pero Sophie se lio con Valentino y dio a luz a Selena para él.

Aunque era una hija ilegítima, Selena había regresado a la familia Graciani y había sido reconocida como miembro de la familia, por lo tanto, nominalmente se podía considerar como nieta del Don González, lo cual naturalmente le ortografía el derecho a Selena a la parte de la herencia.

Pensando en esto, Isaias sintió un dolor de la cabeza y se frotó ligeramente las sienes.

De repente, le sonó el teléfono móvil. Era la llamada de Viviana, asistente de Isaias.

Y nada más descolgar, Isaias escuchó su voz de pánico:

—Srta. Graciani, algo anda mal. Por favor, venga a la oficina.

Media hora después, Isaias llegó a la oficina a toda prisa.

Resultó que esta tarde un cliente llamó de repente diciendo que había un problema con sus productos suministrados por la empresa de Isaias y que quería hacer una devolución.

Después de graduarse en la universidad, Isaias se hizo cargo de la empresa de ropa que le había dejado su madre.

En los últimos dos años, gracias a su duro trabajo, el negocio de la empresa había estado marchando bien y hoy fue la primera vez que Isaias se encontró un problema así.

Ella no pudo evitar fruncir el ceño y preguntó:

—¿Has preguntado al cliente qué es el problema exacto?

—No —Viviana también se culpaba a sí misma hasta la médula, con los ojos rojos de ansiedad—. Pregunté a la otra parte, pero no me dijeron nada y solo pidieron que usted se reuniera con él en este lugar a las ocho de la tarde.

Tras decir eso, la asistente sacó una nota y se la entregó a su jefa.

Isaias se quedó un poco sorprendida al ver la dirección escrita en la nota: Hardersfield.

Por lo que ella sabía, Hardersfield era el mayor centro de entretenimiento de la Ciudad Lakveria y también el lugar más popular entre los hombres para buscar aventuras.

«¿Por qué me piden que yo acuda a un lugar así?»

Isaias se lo pensó un rato y dijo:

—Ya veo. Me encargaré de esto. Puedes ir a ocuparte en otras tareas ya.

Pero al pensar en el lote de mercancías que había sido devuelta, no lo rechazó.

Cogió una nueva copa, se sirvió otra copa de vino y dijo sonriendo:

—Ya que usted está de tan buen humor hoy, entonces tomaré una copa con usted.

Tras decir esto, se bebió el vino de un trago.

Al ver esto, Moisés supo que a ella le preocupaba que él mismo metiera algo en el vino, no dijo nada y simplemente tomó la copa suya con una sonrisa leve dibujada en la cara.

Los dos bebieron unas cuantas más rondas, y durante este proceso Isaias se mostró muy cautelosa, sin dejar su copa perder de la vista ni un segundo.

Sin embargo, sin saber por qué, Isaias parecía que hoy su tolerancia al alcohol estaba inusualmente mala, y después de unas cuantas copas, empezó a marearse.

Isaias no pudo evitar frotarse la frente, y cuando volvió a mirar al Moisés que tenía delante, parecía tener una pesada sombra.

«¿Qué estaba pasando? He estado mirando la copa con mis propios ojos todo el tiempo y el vino es un recién abierto, por lo que Moisés debería no tener oportunidad de hacer trucos en el vino. ¿Por qué tengo la cabeza tan mareada?»

Al percibir su malestar, Moisés se acercó sonriendo y le dijo:

—Señorita Graciani, aunque fuera usted inteligente, no habría pensado que he embadurnado somníferos en el borde de la copa, ¿verdad? No solo esta copa tuya, todas las en la sala están embadurnadas de narcóticos, por lo tanto, no importa cuál cogieras, ¡acabarías drogada!

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