Casualidad Destinada romance Capítulo 65

Isaias se apresuró a apartarlo y con el rostro sonrojado como un tomate, tartamudeó:

—Entonces, ¿por qué no te das prisa y vuelves a tu sofá?

Milagros enarcó las cejas, pero no dijo nada más, se levantó y volvió a secar su pelo.

Isaias miró la alta figura del hombre y sintió que su corazón latía con fuerza, como si pudiera saltar de la garganta en cualquier momento.

Temía que el hombre la notara su aspecto nervioso, Isaias dejó la revista sobre la mesita, se envolvió en la manta y fingió dormir con el pretexto de que tenía el sueño.

Al principio, pensó que definitivamente no podría conciliar el sueño esta noche. Después de todo, el hombre estaba en la habitación.

Aunque los dos habían tenido sexo, fue cuando ella no estaba consciente.

Ahora sabía claramente que Milagros estaba a su lado, así que ¿cómo podría dormirse?

Sin embargo, no se sabía si era porque hoy estaba demasiado cansada o por alguna otra razón, Isaias se quedó dormida profundamente no mucho después de posarse la cabeza en la almohada.

***

Por el otro lado, en la habitación de invitados de Sing se llenaba un olor fuerte y asqueroso, y Elisenda estaba sentada en la cama, abrazando su regazo y llorando desconsoladamente.

La puerta del baño se abrió de un tirón y Juan salió con una toalla envuelta en su cintura.

Cuando vio a la mujer en la cama, que estaba llorando sin parar, un destello de asco se pasó muy rápidamente por sus ojos y dijo con frialdad:

—Basta ya, deja de llorar.

Sin embargo, en vez de para, Elisenda lloró aún más.

Juan se impacientó por el lloro de la mujer, cogió sus pantalones de la silla, sacó una tarjeta bancaria del bolsillo y la arrogó delante de ella.

—Hay cien mil euros en la tarjeta. ¡Tómalos!

Elisenda se puso rígida y, con una repentina ira, gritó:

—Juan, ¿qué quieres decir con eso?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casualidad Destinada