Los ojos de Isaias se iluminaron y preguntó:
—¿De verdad?
No obstante, al siguiente segundo, bajó la cabeza y masculló:
—¿Pero tu amigo realmente puede ayudarme? La cooperación es el asunto propio de Lucio, incluso si es su amigo, no está bueno que se entremeta, ¿no?
Milagros dijo con una voz ligera:
—Claro que mi amigo no puede dejar a Lucio firmar el contrato contigo directamente, pero puede ayudarte a obtener otra oportunidad de hablar con Lucio. Pero depende de tu capacidad si Lucio acepta ser el aval de tu marca o no.
Al oírlo, Isaias, que ya había querido rendirse, se apresuró a aceptar:
—¡Muy bien! No te preocupes, mientras yo tenga otra una oportunidad, definitivamente la aprovecharé.
***
Tras rodar la última escena, Lucio regresó al hotel, muy cansado, y justo cuando estaba a punto de ducharse y descansar, de repente recibió una llamada telefónica.
Cuando miró la pantalla, se quedó tan asombrado que no pudo evitar gritar:
—¡Joder!
Acto seguido contestó a la llamada:
—Primo, ¿por qué se te ocurrió llamarme de repente?
La voz fría de Milagros llegó desde el otro lado del teléfono:
—Debes aceptar ser el embajador de la marca Flowing Snow.
—¿Eh?
Lucio dudó de haber oído mal.
Tenía su propio estudio, pero estaba adherido a la Empresa TI Anson de Milagros, lo cual que poca gente conocía.
Aunque era su primo y jefe, Milagros nunca había interferido en su trabajo.
«¿Hoy el sol ha salido desde el oeste? ¿Por qué Milagros me da instrucciones en el trabajo?»
Sin embargo, Milagros colgó tras decir eso sin darle ninguna explicación a Lucio.
Este miró la pantalla apagada de su teléfono y frunció el ceño.
«¿Qué pasa? Acababa de reunirme con esa jefa de Flowing Snow y Milagros me llamó. ¿Puede ser que...?»
Al día siguiente, Isaias recibió una llamada de la agente de Lucio a primera hora de la mañana.
Se quedó bastante asombrado y alegre al saber que Lucio estaba dispuesto a reunirse con ella de nuevo y aceptó la cita:
—Muchas gracias. No te preocupes, llegaré a tiempo.
Después de colgar, miró al hombre que bajaba las escaleras y dijo con alegría:
—Milagros, Lucio ha accedido a verme.
Al ver que la mujer estaba tan feliz, Milagros no pudo evitar sonreír y dijo a la ligera:
—Eso es bueno.
Mientras hablaba, levantó la mano y le acarició la cabeza a Isaias.
Isaias se puso rígida al instante.
Ante la reacción de ella, Milagros se detuvo y retiró la mano en silencio, como si no hubiera pasado nada.
No era frecuente que el hombre le hicieron acciones tan íntimas a ella, pero cada vez él parecía bastante natural y espontáneo cuando lo hacía.
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