El rostro de Don Ordóñez no tenía demasiado buen aspecto, pero seguía siendo majestuoso.
En cuanto se pronunciaron las palabras, todo el sonido se apagó y hubo un momento de silencio alrededor.
Entonces oyó decir a Don Ordóñez:
—Ahora que estás aquí, ve a sentarte, pues al menos tu padre y yo somos viejos amigos.
Vaya, las implicaciones de ese... Como si los hubieran echado si no fuera por el padre de Thiago.
Todos mantenían la boca cerrada, pero se reían por dentro.
¿Cómo es posible que Thiago no oyera el disgusto de Don Ordóñez?
Pero no se atrevió a decir nada, sólo pudo susurrar, con la rabia que había guardado:
—Sí.
Luego se dirigió al salón con Selena.
Los dos acababan de salir de la vista de la multitud, Selena tomó inmediatamente la mano de Thiago y le susurró:
—Thiago, lo siento, todo es culpa mía...
Mientras hablaba, las lágrimas caían en grandes bolitas.
Thiago estaba en un estado de ánimo algo irritable en ese momento.
No había nada bueno en ver a Selena llorando de nuevo sin razón.
—Vamos, no te culpo, ¿por qué estás llorando?
Selena levantó la vista sorprendida.
Miró al hombre que tenía delante, sólo para verlo con el ceño fruncido y la cara llena de impaciencia.
Ella se tensó un poco por dentro. Sabiendo que a Thiago le gustan las mujeres sencillas y suaves para satisfacer el machismo que lleva dentro, así que ella siempre se ha comportado como una persona suave.
Pero hoy, ¿cómo...?
Thiago también pareció darse cuenta de su arrebato y respiró hondo antes de decir:
—Perdón, estoy de mal humor.
Selena negó con la cabeza.
—Está bien, Thiago, sé que no era tu intención.
Los dos buscaron primero un lugar para cambiarse y ya estaban completamente vestidos cuando llegaron por aquí.
Una vez dentro, se vio primero a Milagros.
—Señor Leguizamo, ¿qué le trae por aquí también?
—El señor Leguizamo está aquí, bienvenido.
Isaías se limitó a permanecer en silencio junto a él, viéndolo rodeado de gente y recibiendo cumplidos.
Finalmente, alguien se dio cuenta de la presencia de Isaías.
Era la primera vez que veían a Milagros con una mujer en una fiesta, y todos estaban llenos de cotilleos.
—Señor Leguizamo, este es...
Milagros seonrió y estuvo a punto de presentar a ella.
Sin embargo, Isaías ya estaba un paso por delante de él y le tendió amablemente la mano.
—Hola, soy Isaías, la asistente del Señor Leguizamo, y es un placer conocerle.
Milagros se quedó sin palabras al escucharlo, y mostró una sonrisa falsa.
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