Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 182

Cuando el dolor mejora, Luna se levanta del sofá. Cojea hasta la puerta de la habitación y reúne el valor suficiente para abrirla.

Sin embargo, cuando Luna abre la puerta, la habitación está vacía.

Resulta que se fue hace tiempo.

Luna está un poco decepcionada. La idea se desecha nada más salir.

¿Por qué está decepcionada? Tal vez está arrepentida de lo que hizo anoche. Se fue antes de que ella se disculpara con él. ¡Sí!

Pero hoy se ha lesionado el pie y no puede ir a trabajar. Luna coge su móvil y duda si llamar a Emilio para pedirle la baja. Se lo piensa un rato y desiste.

Primero, lo que pasó anoche hace que no sepa cómo tratar con Emilio. Segundo, no sabe qué decir cuando lo llama.

Así que Luna deja el móvil y se ausenta del trabajo.

De todos modos, él sabía ayer que su pie está herido. Incluso si ella no lo llama, él lo sabe.

A mediodía, Luna tiene hambre pero no quiere salir y no sabe el número de pedido. No ha pedido nada después de volver a casa. Cada vez que come fuera.

Luna tiene tanta hambre que llama a Silvana y le pide que vaya a su casa rápidamente para salvarla.

Silvana merece ser su buena amiga. Luna cuelga y Silvana viene rápidamente. Como se entera de que Luna tiene un esguince, compra un montón de comida especialmente.

—¡Vaya! ¡Silvana, te quiero tanto! Me conoces! —dice Luna felizmente, sosteniendo una gran cantidad de bocadillos.

Silvana mira a Luna y abre la fiambrera y la pone delante de ella.

—Cómetelo. ¿No dijiste que tenías hambre?

—¡BIEN! —Luna está de buen humor. Come rápidamente y eructa con satisfacción.

Silvana no puede evitar patearla y decir:

—¿Puedes ser tan noble como una chica? Eres hermosa pero grosera. ¿Y si nadie quiere casarse contigo en el futuro?

Sólo Silvana en el mundo no está calificada para decir eso.

Luna no puede evitar susurrar en su corazón, pero dice:

—Lo aprendí de ti. No puedes culparme. Es más, si nadie se casa conmigo, puedes casarte conmigo, de lo contrario me quedaré sola para siempre. Quiero vivir con mi hijo.

—Suficiente —Silvana se sacude la piel de gallina y no puede evitar decirlo:

—¿Me caso contigo? No soy lesbiana. No te intereses por mí y por tu hijo. Él vivirá con su esposa en el futuro. Vete, vieja.

Luna no puede evitar burlarse de ella.

—Mi hijo no ha admitido que seas su madrina. Se etiqueta conscientemente. ¿Te da vergüenza?

—Tarde o temprano admitirá que soy su madrina. ¿No estás de acuerdo? —Con eso, Silvana estira la mano y le hace cosquillas a Luna.

—¡Ja, ja, Silvana, no! Tengo cosquillas. Ja, ja... —Luna se revuelca en el sofá pidiendo clemencia.

Cuando están jugando, el timbre de la puerta suena de repente. Luna y Silvana se miran y ven en sus ojos que se preguntan, ¿quién es?

Pero no saben quién viene en este momento.

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