Luna se convence a sí misma en su corazón para que su culpa se alivie. Cocina alegremente para ella y para Emilio. Cuando sale de la cocina, Emilio está vestido y sentado en el sofá leyendo revistas.
Luna mira la cara lateral de Emilio. Lo encuentra muy guapo. Reprime la maldad de su corazón y dice:
—Presidente, el almuerzo está listo.
Emilio deja la revista y se acerca a Luna. Su comportamiento es muy natural. Luna siente que llevan años juntos.
No ¡Debe ser una ilusión! Desde que Emilio dijo que le gusta, Luna no puede dejar de pensar. Necesita hipnotizarse a sí misma. Emilio es su enemigo. ¡Ella tiene que contener ese pensamiento inexplicable!
—¿En qué estás pensando? —Cuando Luna se culpa, escucha la pregunta de Emilio.
Luna recupera la razón y se encuentra con un cuenco de arroz. Emilio debe pensar que es rara.
Para disimular su vergüenza, Luna come y dice vagamente:
—Estoy comiendo.
—... —Emilio le echa una mirada y deja de hablarle.
La actitud de Emilio finalmente vuelve a la normalidad. Si le sirve o es amable con ella, ¡Luna no puede comer!
Ya es por la tarde cuando terminan de comer tranquilamente. Emilio dice que va a volver a la empresa.
Luna asiente y saluda con una sonrisa:
—Adiós, presidente.
Las palabras de Luna sorprenden a Emilio, que lleva su abrigo. Se detiene, mira a Luna y le pregunta:
—¿No vienes conmigo?
Luna se señala a sí misma y pregunta desconcertada:
—¿También tengo que ir yo?
Emilio se acerca y agarra a Luna. Dice enojado:
—Tengo que trabajar horas extras por tu culpa. Como secretaria, sales antes de que tu jefe salga del trabajo.
—Pero... —Luna quiere hablar de los rumores en la empresa pero es interrumpida por Emilio.
—Cállate. Esta es la orden de tu jefe. Tienes que hacerlo —Dice Emilio con ferocidad.
—Sí, jefe... —Luna es arrastrada a regañadientes fuera de la casa y hacia el coche por Emilio.
Cuando el coche entra en el aparcamiento subterráneo de la empresa, Luna no quiere seguir a Emilio. Se detiene y dice seriamente:
—Presidente, suba usted primero. Si vamos juntos, no es bueno que nos vean.
Emilio frunce el ceño. Dice con descontento:
—...
Luna está confundida. No tiene ni idea de lo que está pasando. ¿De qué está hablando Felicia? ¿De su amiga? ¿De las fotos?
De todos modos, Felicia ya no la molesta, que es lo mejor para Luna.
La mala suerte de estos días finalmente desaparece. El humor de Luna se relaja. Va al salón de té y le prepara a Emilio una taza de café. Cuando Emilio la ve, no puede evitar preguntar:
—¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás de tan buen humor?
—Es un secreto —Luna le sonríe y sale del despacho juguetonamente.
Emilio está fascinado por su sonrisa. Se queda paralizado por un momento. Cuando recupera el sentido, Luna ya ha salido del despacho. Emilio sacude la cabeza sin poder evitarlo. Parece que esta mujer le gusta de verdad.
Pero el buen humor de Luna desaparece cuando trabaja horas extras. Luna ha terminado su trabajo pero Emilio no se va así que ella no puede irse.
Así que Luna tiene que sentarse aburrida en su asiento. Emilio termina su trabajo a las 11 de la noche y sale de la oficina.
Mira hacia el mostrador de la secretaria pero no la ve. No puede evitar fruncir el ceño. ¿No dijo la mujer que le esperaría?
Emilio se acerca infeliz y encuentra a Luna dormida sobre la mesa.
Al ver esto, Emilio no puede evitar sonreír. Entra en la recepción de la secretaria y admira en silencio el rostro de Luna. No puede evitar agacharse y besarla y saborear su dulzura.
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