Después de despedirse, Silvana mira la espalda de Luna. Hace un momento miró la cara de Luna y sintió que había conocido a alguien que se parecía a Luna.
Pero Silvana lo piensa. Nunca ha conocido a una mujer o a un hombre de la edad de Luna. Silvana no se lo imagina y deja de pensar.
Luna llega a la empresa más de una hora después de lo habitual. Por suerte, se lo ha dicho a Emilio con antelación, así que éste no responde cuando la ve.
Durante el día, hay mucha gente en la empresa, así que Emilio no hace nada íntimo con Luna. Ha estado trabajando en la oficina.
Cuando Luna entra a hacer café para él, lo ve trabajando duro. No puede evitar pensar. De hecho, independientemente de su vida privada, Emilio es muy responsable con su trabajo. No está con ninguna mujer sucia.
Ese día no pasa nada. Por la noche, Luna llega a casa. Nada más sentarse, suena el timbre.
Luna va a abrir la puerta confundida. ¿Por qué siempre suena el timbre de su puerta últimamente? No tiene muchos amigos. ¿Quién está aquí?
Luna abre la puerta y ve a Emilio.
Luna suspira impotente y dice débilmente:
—Presidente, ¿qué está haciendo aquí?
¿No tiene su propia casa? ¿Por qué viene a su casa a menudo?
—¿No puedo venir aquí? —Emilio entra en la casa.
Quiere volver a su villa, pero no quiere volver cuando piensa en enfrentarse a la casa vacía y fría.
Echa de menos la casita de Luna y el sabor de su comida. Cuando recupera el sentido, ha conducido hasta el apartamento de Luna. Emilio sonríe con impotencia y tiene que subir.
Pero Luna no le da la bienvenida. Emilio toca la cabeza de Luna y le dice con naturalidad:
—Tengo hambre. ¿Cocinaste?
—No —Luna aparta la mano de Emilio y se queja:
—Presidente, ¿crees que mi casa es un hotel? Tengo que cobrar.
—¿Oh? —Al oír esto, Emilio levanta las cejas. Mira a Luna pensativo y dice en broma:
—¿Cuánto cobran por una noche?
Luna se sonroja enseguida. Empuja a Emilio y le dice enfadada:
—¡No quiero decir eso! Te pido que no vuelvas a venir aquí. No me conviene.
—¿Por qué es un inconveniente? Estás en casa solo. Yo también estoy solo en casa. Es bueno que vivamos juntos —dice Emilio despreocupadamente. Se acerca al sofá y le quita el abrigo.
Emilio está diciendo tonterías.
Luna sigue a Emilio y le mira con descontento:
Emilio ha cambiado mucho. Aunque Luna sabe que puede ser falso, no puede evitar sentirse sorprendida.
Cuanto mejor la trata Emilio, más quiere Luna escapar. No quiere admitirlo y no se atreve a afrontarlo.
Las palabras de Luna aturden a Emilio. Dice conmocionado:
—Luna...
Tal vez Luna esté estimulada. Ella siente que es el momento de dejarlo claro a Emilio.
Luna se endereza y mira a Emilio a los ojos. Dice con seriedad:
—Emilio, para ser sincera, yo vivía en Francia. Mi hijo era travieso y volvió a América con mis amigos. Esta vez he vuelto a América para encontrar a mi hijo. Cuando lo encuentre, volveré a Francia. No quiero quedarme en América.
—¿Por qué? —Emilio frunce el ceño y se sorprende.
—No hay razón —Luna está relajada cuando termina. Continúa solemnemente:
—Me gusta la vida en el extranjero, pero sólo puedes desarrollarte en América, así que no podemos estar juntos en absoluto. Por favor, no me trates tan bien en el futuro. Por favor, olvida nuestra relación. Es bueno para ti y para mí.
Entonces Luna se muerde el labio inferior. Su estado de ánimo es complicado. Aunque hace tiempo que quiere decírselo a Emilio, al ver la depresión de éste, no puede soportarlo.
Es demasiado débil y no puede soportar ver a otros heridos por ella misma.
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