Tal vez Conan sea un profeta. Prevé el futuro y cree que es su padre.
Luna gruñe cuando escucha a Emilio. Ella regaña a Emilio en su corazón que es el padre de Conan pero no es responsable. Luna dice:
—Sí, aunque mi hijo no tenga padre, puedo hacer que crezca sano y feliz, así que no mires a las mujeres por encima del hombro, y mucho menos me mires despectivamente.
—Soy fuerte.
Al escuchar el tono de orgullo de Luna, Conan y Emilio no pueden evitar reírse en sus corazones. Saben que Luna es capaz de trabajar pero no de vivir por su cuenta.
Conan lo sabe. Ha estado cuidando de su mami desde que era pequeño.
Emilio se ríe sin hablar. Alarga la mano y toca la cabeza de Conan y le pregunta significativamente:
—¿recuerdas haber ido a mi empresa hace algún tiempo?
Emilio se lo dice a Conan. Conan no puede evitar alegrarse cuando escucha lo que ha dicho. Pensó que su padre había nacido con mala memoria. No sólo ha olvidado lo que ocurrió hace seis años, sino también lo que ocurrió no hace mucho.
Conan está contento pero parece sencillo. Parpadea y mira a Emilio y dice ingenuamente.
—Sí, recuerdo que me invitaste a comer y la comida estaba deliciosa.
Conan muestra ingenuamente que a los niños les gusta comer. Emilio se ríe y pone su gran mano en la cabeza de Conan. Le susurra:
—¿recuerdas que dijiste que yo era tu papá?
Luna está sorprendida. Mira nerviosa a Emilio.
Tiene miedo de que Emilio reconozca a Conan. Si es así, Emilio no puede hacer nada mientras ella no lo admita.
Pero Conan ya ha estado en su empresa Emilio. Luna no puede explicarlo.
Conan sonríe con suficiencia y picardía:
—eso es porque...
—¡Conan! —Luna teme que Conan diga la verdad. Rápidamente lo detiene. —¿No dices siempre que quieres comer albóndigas? Te llevaré a comer más tarde.
Es la segunda vez que Luna interrumpe a Conan. Emilio no puede evitar fruncir el ceño. Mira a Luna confundido y pregunta:
—Luna, ¿por qué no le dejas seguir? ¿Qué no puedo saber?
Luna mira a los ojos de Emilio. Está nerviosa y su corazón late con fuerza. Tiene miedo de exponer su culpabilidad.
Luna traga y trata de mantener la calma. Dice torpemente:
—Tal vez su padre biológico se parece a ti, por eso fue a tu empresa ese día. Ya le he culpado. Presidente, por favor no siga preguntando.
—¿De verdad? —Emilio levanta las cejas. Parece misterioso y nadie más sabe lo que piensa.
Después de un largo rato, sonríe:
—Tal vez tengas razón. ¿Pero no dijiste que es el hijo de tu amigo? Luna, ¿me has ocultado algo?
—No —Luna se siente más culpable. Ni siquiera se atreve a mirar a Emilio a los ojos.
—No trates con estos tíos en el futuro. Aprenderás a ser malo —Emilio asiente.
—¿Por qué debería escucharte? Mamá dice que no puedo creer a nadie más que a ella —Conan sigue pareciendo inocente.
Luna casi se desmaya. Ella lo elogió hace un momento pero ahora él la satiriza.
Emilio mira a Luna y le pregunta a Conan:
—¿Qué puedo hacer para que me escuches?
Los ojitos de Conan se vuelven y parece que está pensando en algo. Después de un largo rato, dice alegremente:
—si eres mi papá, te escucharé.
Conan está dispuesto a dejarse vencer por Luna en cualquier momento. Con tal de que papá y mamá estén juntos, ¡es capaz de todo!
Efectivamente, Luna oye a Conan y se levanta con decisión. Le agarra la oreja y le grita:
—Conan, ¿sabes de qué estás hablando?
—Mamá, me duele —exclama Conan. Sus ojitos llorosos miran a Emilio y quiere que se compadezca de él.
Emilio se queda helado al principio. Luego piensa que el chico es realmente interesante. Al ver sus patéticos ojitos, Emilio sonríe.
Emilio toma la mano de Luna y la detiene:
—Es sólo un niño. No tienes que enfadarte. Acabas de decir que Conan quiere comer dumplings. Resulta que conozco un restaurante. Deja que te lleve a comer.
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