Cuando Sus Ojos Abrieron romance Capítulo 12

Eran las nueve de la noche.

Las hojas secas crujían en el suelo con el viento otoñal.

Avery salió de un taxi y se estremeció ante el repentino frío.

Agarró su bolso y corrió rápidamente hacia la puerta principal de la mansión de los Foster.

En la oscuridad de la noche, se puso un vestido rojo de tirantes que era sensual y a la vez encantador.

Cuando había salido de la casa esa mañana, había usado una camiseta y unos pantalones casuales.

La idea de que se había vestido así a propósito para entretener a otros hombres hizo que Elliot apretara los puños.

Avery solo se dio cuenta de que Elliot estaba sentado en el sofá de la sala de estar cuando se estaba cambiando los zapatos en el vestíbulo.

Él llevaba una camisa negra, lo que lo hacía parecer aún más sombrío y frío.

La expresión de su rostro era tan indiferente como siempre, así que ella no lo miró por mucho tiempo.

Cuando se cambió los zapatos, ella dudó por un momento. No sabía si debía saludarlo o no.

Aquella mañana él le había regalado el paquete de pañuelos.

Avery entró a la sala de estar sintiéndose nerviosa y miró a Elliot.

El ambiente era diferente esa noche. La señora Cooper solía salir a recibirla cuando llegaba a casa.

¿La señora Cooper había salido?

Avery respiró hondo mientras el corazón le latía en el pecho. Entonces decidió evitar al hombre.

“Ven aquí”, dijo Elliot con frialdad.

Como eran los únicos que estaban en la sala de estar, no podía fingir que no lo había escuchado.

“¿Qué pasa?”, dijo ella mientras detenía sus pasos y lo miraba.

“He dicho que vengas aquí”, dijo Elliot con una voz aterradoramente fuerte.

El corazón de Avery se apretó. Involuntariamente, se acercó a él.

No se atrevía a desobedecerlo, aunque él estuviera en una silla de ruedas y no supusiera una amenaza tan grande para ella.

Ella se acercó a su lado, lo miró a su rostro apuesto, pero severo y respiró hondo.

“¿Qué pasa? ¿Es hora de que nos divorciemos?”.

Las cejas de Elliot se fruncieron al escuchar las palabras de Avery.

Él percibió el leve olor a alcohol que emanaba del cabello de la mujer.

Ella había bebido vino.

Elliot levantó la mirada de repente y ya no trató de ocultar el asco en sus ojos.

Su gran mano agarró la delgada muñeca de ella mientras gruñía: “¿Bebiste con alguien? ¿La pasaste bien?”.

Avery sentía que Elliot estaba a punto de romperle la muñeca. Quería retirar la mano, pero no podía mover ni un músculo.

“¡Suéltame! ¡Me lastimas!”, gritó ella mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Cuanto más luchaba ella, más fuerte era el agarre de él.

Era como si él tratara deliberadamente de lastimarla y hacerla llorar.

“Te pregunté si te lo pasaste bien. ¡Respóndeme!”, le espetó él. Ver cómo la cara de ella se retorcía de la agonía hizo que él se enfureciera aún más.

“¿Que si la pasé bien? ¡No sé de qué estás hablando!”.

Avery dejó de luchar. En el momento en que entendió la primera pregunta, hilos de lágrimas calientes corrían por sus mejillas.

“¡No bebí, Elliot! ¡No lo hice!”, dijo ella con los ojos llenos de lágrimas y miedo.

La manzana de Adán de Elliot subió y bajó por su garganta. Al segundo siguiente, la atrajo a sus brazos.

Ella dijo que no había bebido, pero él olía claramente el alcohol en ella.

Elliot posó la fría punta de su nariz en el pliegue del cuello de Avery.

La piel suave y delicada de ella desprendía un aroma cálido y lechoso.

Era extraño.

Él no podía oler el alcohol en su cuerpo.

Avery se quedó completamente quieta al sentir la nariz de Elliot en su piel. Este toque le hacía sentir un poco de cosquillas.

Ella se apoyó en el amplio pecho del hombre. Estaba tan nerviosa que se olvidó de respirar y su corazón se olvidó de latir.

Fue una suerte que él dejara de tratarla con violencia.

Le había soltado la muñeca, pero el dolor seguía ahí. La idea de ser maltratada por él la hizo enojar.

Ella sabía que las piernas de él no se habían recuperado del todo y que tal vez aún no tuviera sensibilidad en ellas. Colocó la mano en el pantalón del hombre y le dio un fuerte pellizco.

La razón por la que era tan valiente como para hacer esto era porque estaba preparada para afrontar las consecuencias.

Sin embargo, Elliot no pareció darse cuenta de que ella lo había pellizcado.

Cuando levantó la cabeza del cuello de la mujer, sus ojos oscuros parecían mirarla con desconcierto.

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