A los ojos de Avery, la cara de Elliot se había convertido en la de un demonio que le enseñaba sus afilados colmillos.
“¿Por qué?”, preguntó ella con amargura. “¡Aunque no quisieras tener hijos, no hay necesidad de que digas palabras tan crueles!”.
Los profundos ojos de Elliot estaban llenos de frialdad mientras decía: “¿Y si decidieras aprovechar la oportunidad si no soy claro?”.
Ella respiró hondo y apartó su mirada de él.
Estaba aterrorizada. Sentía que estaba a punto de caer en un pozo sin fondo.
Su reacción despertó la curiosidad de Elliot.
Él curvó sus labios mientras se burlaba: “No estarás pensando realmente en tener a mi hijo, ¿verdad?”.
Avery lo fulminó con la mirada.
“Te sugiero que te tomes en serio mi advertencia. Ya sabes la clase de persona que soy. Mis acciones serán mucho más severas que mis palabras. No me pongas a prueba si quieres vivir”, dijo él, y luego se giró para mirar por la ventana.
Avery apretó los puños y respondió con enojo: “No te preocupes, nunca te daré hijos. Sabes lo mucho que te odio. ¡Lo más urgente ahora es conseguir rápidamente el divorcio!”.
Los bebés no le pertenecían solo a él.
Si daba a luz, lo haría por sí misma.
Cuando los niños crecieran, ¡les diría que su padre había muerto!
“Ahora no es el momento. Volveremos a hablar de ello cuando mi madre esté mejor”, dijo Elliot.
Su tono era más tranquilo. Quizás las palabras de ella habían tenido un efecto en él.
Hicieron que él se diera cuenta de que no era el hombre que ella quería.
“No lo pospongas demasiado, entonces”, dijo Avery.
Ella arrugó las cejas y se sintió un poco nerviosa.
Su embarazo empezaría a notarse si se retrasaban más las cosas.
Para entonces, ya no podría ocultárselo y se vería obligada a abortar.
“Tienes prisa por divorciarte de mí. ¿Hay algún asunto urgente que tengas que atender?”, preguntó él mientras posaba su fría mirada en ella para intentar descifrar lo que estaba pensando.
El corazón de Avery dio un vuelco de repente.
“¡No! No hay nada urgente. Es que… no quiero quedarme contigo. ¿Nunca te han dicho lo asfixiante que es estar a tu lado?”.
“No se atreverían a decirlo, aunque lo pensaran”, respondió él secamente.
“Ah… No me extraña que no te agrade”, dijo Avery con un puchero. “Pero es asfixiante no decir lo que quiero decir”.
Elliot reflexionó para sus adentros y pensó que al final ella había malentendido algo.
“Ningún hombre podría tolerar que su esposa se vistiera como una prostituta para acompañar a otros hombres”.
“¿Llevar un vestido me convierte en una prostituta? ¿Socializar es acompañar a otros hombres? ¿Y qué hay de cuando ustedes, los hombres, socializan?”, replicó ella. “Aunque me pusieras un cuchillo en el cuello en este momento, seguiría insistiendo en que no hice nada malo anoche”.
Era como si ambos fueran de diferentes planetas.
Aparte del hecho de que ambos eran humanos, eran completamente opuestos en todos los demás aspectos.
“¿Estás diciendo que lo harías de nuevo?”, preguntó Elliot.
Sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba de forma siniestra.
Ella frunció los labios y se hizo a la esquina por instinto.
“Ni siquiera bebo, ¿cómo podría beber con otros? No bebería ni aunque se cayera el cielo”.
Nunca se tomaría a la ligera la vida de los bebés que llevaba en su vientre.
Aunque la compañía de su padre quebrara, nunca se vendería por dinero.
La respuesta de Avery apagó la furia que había en el interior de Elliot.
El conductor condujo el coche hacia la mansión de Elliot.
Avery bajó del coche justo cuando éste se detuvo, como si intentara escapar.
Él posó su mirada en la esbelta espalda de la mujer para luego desviarla y decirle al chófer: “A la oficina”.
…
Avery dejó escapar un profundo suspiro de alivio cuando el coche se alejó.
Después de tomar una siesta, llegó a Industrias Tate a las dos y media de la tarde.
Avery negó violentamente con la cabeza y dijo: “No me reuniré con él”.
Ella tomó un bolígrafo y tachó el nombre de Elliot en la lista.
Él nunca le prestaría el dinero. Si acudía a él para pedirle un préstamo, solo estaría pidiendo que la humillaran.
Aquella tarde, Avery pasó por la farmacia de camino a casa.
Entró en la farmacia con la intención de comprar algo para su moretón.
Después de que la farmacéutica le recomendara algunos medicamentos, una pregunta le llegó a la mente.
“¿Es seguro usar esto durante el embarazo?”.
“Es mejor evitarlo. ¿Está embarazada?”, le preguntó la farmacéutica.
Avery asintió en silencio.
La farmacéutica retiró inmediatamente los productos que le había recomendado antes y le pasó un frasco de pastillas.
“¿Qué tan avanzada estás? Todavía no se te nota la barriga, así que es un buen momento para tomar suplementos de calcio. Este es estupendo y se absorbe bien. ¡Los obstetras siempre lo recomiendan a las embarazadas!”.
Avery llegó a casa con los suplementos de calcio media hora después.
Ya había pasado la hora de la cena, pero la señora Cooper le había dejado algo de comida.
“¿Qué compró, señora?”, preguntó la señora Cooper cuando vio el logotipo de la farmacia en la bolsa que llevaba Avery.
Avery escondió la bolsa a su espalda y dijo: “Solo algo para mi moretón”.
“Tenemos algo para eso en casa. Aquí tenemos los medicamentos más comunes. Avíseme si necesita algo la próxima vez y se lo llevaré”, dijo la señora Cooper con una sonrisa.
“De acuerdo, subiré ahora”, dijo Avery, luego se dio la vuelta y se dirigió a su habitación.
Fue tomada por sorpresa al toparse con Elliot.
Él había llegado cuando ella estaba hablando con la señora Cooper antes.
Él vio claramente el contenido de la bolsa que Avery escondía a sus espaldas.
“¿Por qué mentiste?”, le preguntó mientras sus peligrosos ojos se posaban en la bolsa de pastillas de calcio.
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