Cuando Sus Ojos Abrieron romance Capítulo 9

No había señales de dos sacos gestacionales durante el último chequeo.

Avery no podía creer que hubiera dos bebés dentro de ella una semana después.

Tenía el ultrasonido en las manos mientras estaba sentada aturdida en uno de los bancos del pasillo del hospital.

La doctora le había dicho que la probabilidad de estar embarazada de gemelos era extremadamente baja.

Si abortara en ese momento, tal vez nunca podría volver a tener gemelos.

Avery soltó una risa amarga. Todo esto era obra de los doctores privados de los Foster.

Cuando le habían implantado los óvulos fecundados, no le habían dicho que iba a tener gemelos.

Tal vez, a sus ojos, ella no era más que un instrumento de parto para los Foster desde el principio.

Cuando había empezado a sangrar la semana anterior, había pensado que había llegado su periodo. Cuando los doctores de los Foster lo habían descubierto, habían pensado que el procedimiento había fracasado. Después de que Elliot dijera que se divorciaría de ella después de despertarse, los doctores no volvieron a verla.

La decisión de dar a luz o no recaía exclusivamente sobre los hombros de Avery en ese momento.

Su teléfono sonó en su bolso. Llevaba más de una hora en el hospital.

Ella sacó el teléfono, se puso de pie y se dirigió a la salida del hospital.

“¡Avery, tu padre se está muriendo! ¡Ven a casa en este instante!”.

La voz ronca de su madre llegó desde el otro lado de la línea.

Avery se quedó atónita.

¿Su papá se estaba muriendo? ¿Cómo podía ser eso posible?

Sabía que su padre había sido hospitalizado después de que su compañía tuviera problemas. Ni siquiera había podido asistir a su boda.

No sabía que su estado fuera tan grave. La mente de Avery era un desastre.

No tenía una buena relación con su padre. Nunca podría perdonarle que tuviera una aventura.

Sin embargo, su corazón sintió un fuerte dolor al conocer la noticia de su grave enfermedad.

La sala de estar de la casa Tate era un caos cuando llegó Avery.

Laura la llevó directamente a la habitación principal.

Jack Tate yacía en la cama. Su respiración era entrecortada y sus ojos apenas estaban abiertos. Cuando vio a Avery, levantó el brazo en su dirección.

“Papá, ¿por qué no fuiste al hospital si estabas tan enfermo?”, preguntó Avery mientras sostenía la fría mano de su padre. Las lágrimas se acumularon en sus ojos.

“¡Eso es fácil de decir para ti! ¿De dónde sacaríamos el dinero para llevar a tu padre al hospital?”, espetó Wanda con frialdad.

Avery levantó la cabeza y dijo: “¿Acaso no recibiste una gran suma de dinero de los Foster? ¿Por qué no lo usaste para ayudar a mi papá?”.

Wanda hizo un puchero y dijo: “¡Usamos ese dinero para pagar las deudas! ¿Sabes cuánto dinero debe la compañía de tu padre? ¡No me mires como si hubiera despilfarrado tu dinero, Avery! Además, ¡la enfermedad de tu padre no tiene cura! ¡Es mejor que muera!”.

Después de decir tan crueles palabras, Wanda salió bruscamente de la habitación.

Avery no se fue con ella.

Al fin y al cabo, Jack seguía siendo su padre. Siempre la había amado, y ella no quería perderlo.

“No te enojes con ella, papá. No es que no quisiera que te trataran, pero la familia no tiene mucho dinero”, dijo ella llorando junto a la cama. “Papá, realmente espero que superes esto…”.

Jack hizo oídos sordos a las palabras de Avery.

En cambio, la miró con los ojos llenos de lágrimas. Sus labios temblaban y su voz era grave mientras decía: “Avery… Mi querida niña… Te he fallado… Le he fallado a tu madre… Las compensaré a ambas en la próxima vida”.

La gran mano que sostenía la de Avery se soltó de repente.

Un grito agudo recorrió la casa.

El corazón de Avery palpitaba de dolor.

De la noche a la mañana, su mundo había sufrido un cambio radical.

Estaba casada y embarazada, y su padre había muerto.

Había pensado que ella misma seguía siendo una niña, pero la vida la había arrastrado y la había arrinconado en un rincón solitario y sin esperanza.

El día del entierro fue sombrío y lluvioso.

No asistió mucha gente al funeral, pues muy pocos mantenían relaciones con los Tate desde su caída.

Después del funeral, Wanda se fue a un hotel con los invitados.

La multitud se dispersó como una bandada de pájaros salvajes.

Al poco tiempo, Avery y Laura fueron las únicas que quedaron en el cementerio.

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