Desde un matrimonio falso romance Capítulo 125

Mariana sabía que Leopoldo la estaba observando, y su mirada era tan ardiente que podía quemar su piel.

Él dijo con frialdad y las palabras eran hirientes:

—Ayer te acusaron falsamente de plagio, ¿y hoy tienes tiempo libre para salir en una cita?

La palabra «cita» se pronunció claramente y, al oírlo, el rostro de Mariana se volvió pálido.

Estas palabras eran demasiado duras.

—Señor Durán, mi relación con Xavier no es lo que crees.

Mariana le miró con obstinación.

El rostro Leopoldo se volvió sombrío y sus ojos fríos daba susto.

«¿Señor Durán? ¿Xavier?»

«¿Cuándo ella se ha familiarizado tanto con él?»

El ambiente era extraño. Diana se alegró al ver que Leopoldo reprendía a Mariana.

Por el contrario, Xavier frunció el ceño y en sus ojos bonitos ya no se veía cariño como antes.

—No estás en posición de juzgar nuestra relación. Ya que estás aquí para comer con la señorita Solís, entonces no os molestaremos más.

Xavier agarró la mano de Mariana y la llevó fuera.

Sólo después de doblar una esquina, Mariana sintió que la mirada abrasadora detrás de ella desaparecía.

Ella se sintió frustración y dejó de sonreír:

—Xavier, estoy un poco cansada y quiero volver.

—¿Necesitas que te lleve a casa?

Mirando a Mariana que estaba de tan mal humor, Xavier estaba preocupado.

—No, yo mismo conduciré de vuelta.

Cuando regresó a la villa, la niñera dijo con una sonrisa:

—Señora, acabo de preparar unos bocadillos. ¿Te gustaría tomar alguno?

Mariana sacudió la cabeza y subió las escaleras sin decir nada más.

Mirando a su espalda, la niñera estaba desconcertada. Se preguntó por qué el humor de la señora se había alterado de repente.

Tumbada en la cama, Mariana cerró los ojos y se cubrió la cabeza con la manta, pero aquellas imágenes perturbadoras seguían estando en su mente.

La suave mirada de Leopoldo hacia Diana, la mano de Diana en el brazo de Leopoldo y su sonrisa...

Todo esto le hacía doler el corazón.

En el restaurante.

Diana fingió ser inocente y preguntó curiosamente:

—Leo, resulta que Mariana y Xavier están tan cerca.

Leopoldo retiró su brazo de la mano de Diana y la miró indiferentemente.

—Diana, me he acordado de que aún tengo que ocuparme de algunas cosas. Me iré primero.

Después de decir eso, se marchó.

Diana se congeló, mirando enfadada su espalda con los manos apretadas.

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