Desde un matrimonio falso romance Capítulo 127

Al día siguiente, Mariana llegó al set como de costumbre, pero se encontró con que mucha gente estaba desganada. Resultó que Diana estaba mal anoche, así que los trabajos terminaron tarde.

Mariana sacudió la cabeza, sin darle importancia. De todos modos, no era de su incumbencia.

No mucho después de sentarse, la asistente de Diana se acercó y la miró sarcásticamente.

—Señorita Ortiz, el traje de Diana está roto. ¿Podría arreglarlo?

Después de decir eso, ignoró a Mariana se fue.

Ana no pudo resistir el impulso de discutir con ella, pero Mariana la detuvo.

—Está bien. Lo haré.

Tras tranquilizar a Ana, Mariana siguió a la asistente.

Sin embargo, cuando llegó al plató, vio a Xavier y a Diana filmando. La ayudante dijo con voz fría:

—¿Por qué has tardado tanto en llegar? Ya han empezado a rodar.

—Si algo va mal en el rodaje, ¡estás jodida!

Ignorando sus palabras, Mariana miró a los dos que estaban filmando.

El sitio se construyó temporalmente con algunos troncos y era rudimentario.

Poco después, Diana dijo con cierta culpabilidad:

—Pablo, mi traje está roto. ¿Puedes dejar a Mariana que me lo arregle?

Pablo dijo:

—Mariana, ayúdala a arreglar su vestido.

Diana se río y dijo:

—Mariana, esta escena no ha terminado todavía, así que es mejor que lo arregles aquí.

Mariana asintió, se puso en cuclillas y comenzó a revisar el traje de ella.

Finalmente vio unos hilos en el dobladillo de la falda. Eran muy poco obvios.

Mariana estaba impotente. Estaba a punto de levantarse para coger las tijeras cuando oyó un grito.

Levantó la vista y vio que un tronco que caía estaba a punto de golpearla.

Mariana se congeló y sólo podía mirar cómo el grueso tronco se acercaba.

De repente, alguien la apartó con fuerza.

El tronco cayó a poca distancia.

Al mismo tiempo, escuchó gemidos de dolor.

El polvo hizo que Mariana estornudara varias veces. Abrió los ojos y se congeló.

¡La persona que estaba encima de ella y la protegía era Xavier!

Mariana sintió que sus manos temblaban al abrazarla.

Preguntó preocupada:

—Xavier, ¿estás bien?

—No te preocupes. Estoy bien.

Pero su cara estaba pálida.

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