Desde un matrimonio falso romance Capítulo 134

La mujer, que estaba escudriñando el diseño del vestido, levantó sobresaltada la vista y se encontró con un par de ojos que rápidamente se tiñeron de ira. Una frialdad extrema asaltó su cuerpo.

—¿Por qué has vuelto?

Y vino a su habitación.

No obstante, en lugar de responderle, el hombre se adelantó directamente a frente a ella. Al instante siguiente, alargó la mano y le estranguló el delicado cuello, con fuerza y sin perdón.

—¿Quién te permitió que tocara este vestido?

Un temblor fuerte al corazón le hizo mucho más difícil respirar. Mariana abrió la boca de manera impotente, tratando de respirar, y su rostro se sonrojó gradualmente por la asfixia.

Sus manos lucharon por apartar las palmas del hombre y su voz ronca salió con dificultad de su garganta:

—Leopoldo... suéltame.

Como si no la hubiera oído, el hombre que desprendía un aura gélida entrecerró los ojos y levantó la mandíbula, pero su delicado rostro expresó una rabia feroz.

—¿Eres digna de eso?

Entonces, con un enérgico movimiento de su mano, la mujer se tiró hacia el espejo vestidor como una cometa con la cuerda rota. Al instante, se produjo un violento estruendo en la habitación.

—Cof... cof...

Sosteniendo el cuello, Mariana tosió con esfuerzo. Unas cuantas lágrimas brotaron en sus ojos por el intenso movimiento. Jadeó con fuerza por un rato antes de que el enrojecimiento de su rostro se disminuyera un poco.

Levantó la mirada, con alguna duda, al hombre que la contemplaba desde arriba, de inmediato el corazón de Mariana se hinchó de tristeza y rabia. Se sentía como una persona sin importancia que podía ser regañada y golpeada a su antojo.

—¿Por qué?

Leopoldo abrió ligeramente los ojos y sintió algo extraño en el interior. Desvió la vista de la mujer en el suelo, sin mirar más su forma vulnerable.

—Quítate el vestido.

Con estas palabras indiferentes, el hombre dio grandes zancadas y se giró para marcharse.

La desolación en su corazón amplificó y Mariana trató de sonreír, pero se vio impotente. Se sentía como una marioneta manipulada, pero ahora la cuerda que la había sujetado estaba rota.

Adormecida, se puso en pie, ignorando el dolor que sufría, se quitó el vestido, lo dobló con cuidado, lo meter de vuelta en la caja verde oscuro y cerró la tapa antes de dirigirse a la habitación de Leopoldo y tocar la puerta.

Justo cuando empujó la puerta, el rico olor a tabaco en el aire abrumó al instante a Mariana y la envolvió por completo, como si intentara que ella contrajera el sabor único de esa persona.

No supo qué hacer y dio un paso atrás, saliendo de la habitación, y se quedó fuera de la puerta.

Pero justo a tiempo vio su acción Leopoldo que se había dado la vuelta, y en un instante su ira volvió a ser como una ola que quería tragársela.

Mariana se mordió el labio y bajó los ojos, ocultando todas las emociones en ellos. Finalmente, se adelantó paso a paso y le entregó la caja que tenía en la mano.

—Aquí te tiene...

Por fin, no tuvo valor de decirle «lo siento» después de un buen rato de vacilación.

Al momento siguiente, se oyó un fuerte golpe y la caja que Mariana sostenía desapareció, sino que se quedó rota en el rincón, y el vestido amarillo que contenía había caído al suelo, manchándolo de polvo.

Su corazón se sacudió de repente con fuerza y le llegó un dolor agudo, que la hizo fruncir el ceño.

—¿Crees que querría algo que hayas usado?

Incluso con debilidad, Mariana se rio ante una escena tan ridícula. Sus ojos parecían claros y llenos de lágrimas, como un lago brillante o el hielo que se rompió en el suelo.

—¿De qué te ríes?

Un dolor desde la mandíbula dejó que Mariana se sintiera algo mal, la arruga entre su frente se profundizó considerablemente.

—¿O te estabas preparando para seducirme con este vestido? Por qué te tomaste tantas molestias.

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