Leopoldo caminó por la multitud de personas que estaban con las cabezas inclinadas, se dio la vuelta, miró al personal que estaba detrás de él y habló con voz fría:
—¡Despedir a toda esta gente!
Una sola palabra ya los había condenado.
En la boca de Diana apareció una ligera sonrisa, revelando una mirada de suficiencia.
Al oír esto, Mariana solo sintió un temblor en su corazón y un mareo, sus ojos se volvieron borrosos.
Esto fue un gran golpe.
Cuando el equipo de vestuario escuchó esto, se miraron entre sí, pero nadie se atrevió a decir nada.
Ahora eran miembros del set, que era invertido por Leopoldo. Ahora se habían metido con la gente de Leopoldo.
El personal del equipo de vestuario gachó la cabeza con asombro y miedo.
Mariana vio la expresión de a la gente que la rodeaba. Su rostro era hosco y frío, pero su corazón estaba desolado. Apartó a la multitud y se acercó a Leopoldo paso a paso.
—Señor Durán, todo este asunto es por mi culpa, así voy a renunciar, no hay nada que ver con ellos.
La mirada fría de Leopoldo se posó en la mujer que tenía delante, cuyo rostro era pálido, incluso el cuerpo había adelgazado mucho.
Esto hizo que el profundo color de los ojos de Leopoldo se oscureciera aún más y su corazón se estremeció.
En ese momento, la asistente de Diana se adelantó de nuevo, miró a Mariana y habló con voz fría:
—Señorita Ortiz, temo que se equivoque algo. No usted fue quien empujó a la señorita Solís, fueron ellos. Deberían ser castigados las personas por lo que hicieron mal, ¿no?
Las palabras de la asistente estaban llenas de burla, y Mariana cerró la boca.
La escena se sumió en un silencio indescriptible.
Mariana sintió un poco de incomodidad en su garganta, había algunas palabras en su mente que no podía decir, sin embargo, no podía no decirlas.
Aunque seguía mareada, Mariana no se atrevía a desmayarse, temía que el bebé en su vientre fuera descubierto por él.
La escena de aquella mañana en la que Leopoldo le indicó que tomara la píldora anticonceptiva aún estaba viva en su mente.
Mirando a Mariana en este estado, Leopoldo estuvo de acuerdo,
—De acuerdo, nadie se iré.
—Gracias, Señor Durán, voy a renunciar al director —dijo Mariana mientras le soltaba la mano.
—No hace falta que renuncies, te enviaré al hospital...
Leopoldo no pudo evitar preocuparse. Pero las palabras fueron interrumpidas antes de que las hubiera terminado.
—No, estoy bien, voy a buscar al director —antes de que Leopoldo pudiera responder, Mariana se levantó y se fue.
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