Desde un matrimonio falso romance Capítulo 150

—¿Por mi propia bien?

En los ojos de Clara no había ni siquiera un mínimo cariño, solo ira y resentimiento.

¿Cómo podría ser para su propia bien?

—¡Soy tu madre! ¿Qué otra cosa podría ser si no tengo cariño por ti?

Clara se adelantó y sujetó con fuerza los hombros de Mariana, mirándola y suplicándole:

—¡Mari, escucha a mamá, es mejor que te divorcies, Leopoldo no te conviene, con la situación de nuestra familia, no eres digna de él en absoluto!

—Después de eso, te encontraré uno de nuevo, ¡seguro que entonces serás feliz!

Un leve dolor surgió del hombro de Mariana y sus cejas se fruncieron más. Apartó con fuerza la mano de Clara y dijo con indiferencia:

—Si es así, no me divorciaré.

Después de decir eso, simplemente se dio la vuelta y se fue.

Detrás de ella, Clara miró la figura de Mariana, su expresión triste fue reemplazada por la ira, y apretó los puños con fuerza.

Mariana se sentó en el sofá, con el corazón latiendo violentamente, sin poder calmarse durante mucho tiempo.

Extendió la mano sobre su vientre, murmurando en voz baja:

—Tranquilo, mamá no lo haré.

La voz parecía estar teñida de lágrimas y sangre.

En ese momento, el ambiente en el estudio estaba un poco estancado, incluso un poco tenso.

La abuela estaba sentada en su asiento con frustración en su corazón, mirando al hombre que estaba frente a ella.

—Leo, ¿pro qué?

No le gustaba andarse con rodeos, así que preguntó directamente.

Leopoldo se sentó a un lado, con las manos entrelazadas. Su expresión se suavizó un poco, pero aún parecía profundo y frío.

Al ver el silencio de él, la abuela no pudo evitar suspirar con fuerza.

—Leo, no sé por qué no puedes olvidar a esa mujer. Te dejó para irse al extranjero, diciendo que perseguía su sueño, pero ¿no sabes la verdadera razón? Mira a Mari, ¡ella era la que siempre estaba a tu lado!

La abuela respiró y miró a Leopoldo con impaciencia, esperando su respuesta.

Pero después de un largo rato, Leopoldo no dijo nada.

Leopoldo se levantó y se dirigió a la ventana con una mirada ligeramente desolada, a diferencia de su habitual indiferencia.

—Tengo una deuda de gratitud con Diana, lo sabes. Ella fue la que siempre estuvo conmigo durante ese periodo de tiempo, después de todo, si no fuera por ella, ahora yo estaría...

La voz de Leopoldo era baja y significativa. La abuela miró su figura y sintió algo de pena, acercándose a su lado y dándole una palmadita en la espalda.

—Sé que tampoco es fácil para ti cuando algo así sucedió.

La abuela hizo una pausa y dijo:

—Pero la gente cambia, ¿puedes estar seguro de que ahora es la misma que antes? No tienes que casarte con ella para devolver su amabilidad, hay otras formas, ¿no?

La abuela estaba de pie junto a Leopoldo, y era como si la adolescente que era entonces, vulnerable pero testaruda y feroz, incluso más fría y protectora que ahora, cobrara vida ante sus ojos.

—Justo ahora, aunque sinceramente quería que aprendieras una lección, también quería ver la actitud de Mari, ¿no viste cómo se adelantó para protegerte?

Leopoldo miró sobriamente por la ventana, su mano temblando imperceptiblemente, y sus ojos profundos.

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