Desde un matrimonio falso romance Capítulo 170

Alisando las arrugas de su traje que habían aparecido por el viaje en coche, Mariana caminó lentamente hacia el edificio con la sonrisa en su rostro.

—Hola, soy Mariana Ortiz, la diseñadora para la entrevista de hoy.

La empleada que estaba ocupada en la recepción se apresuró a asentir y sonreír cuando la vio:

—El Señor Castro me dijo por la mañana que la llevara directamente allí cuando llegara, por favor, sígame.

Con eso, sonrió amablemente a Mariana y tomó la delantera para irse.

Mariana la siguió, subió al ascensor y pronto llegó a la planta veinticuatro, entonces las dos se bajaron una tras otra.

La recepcionista la guió hasta un despacho y llamó suavemente a la puerta antes de abrirla y entrar.

—Señor Castro, la Señorita Ortiz de la entrevista hoy ha llegado.

Entonces, la recepcionista se retiró.

—Señorita Ortiz, por favor tome asiento.

Había tres asientos frente a Mariana, pero el del medio estaba libre, y un hombre y una mujer estaban sentados a su lado.

En este momento, la mujer la miró de arriba abajo, luego observando el currículum en sus manos, frunció el ceño y preguntó primero:

—¿Mariana Ortiz? La última empresa en la que trabajaba también era buena, me pregunto por qué decidió dejarlo.

Mariana lanzó un rápido vistazo a la pizarra de presentación que había frente a ella: Aime Chillón, directora general de diseño.

—Creo que todos conocen a una o dos personas en este mundo que no te gusten, pero con las que tienes que llevarte, y da la casualidad de que yo me encontré con tales personas en esa empresa.

No había pensado en explicarlo, al fin y al cabo, esta gente tampoco entendía la situación de aquel entonces.

Ante eso, Aime, que estaba frente a ella, apartó los ojos de su CV y levantó la cabeza a dirigirle una mirada perpleja.

El hombre a su lado también tomó la palabra:

—Señorita Ortiz, ¿en qué se basa para ser contratada por nuestra empresa?

Cuando acababa de ver el nombre de Aime, había notado naturalmente la tarjeta de presentación del hombre: era Nilson Vidal, el jefe de Personal.

—En base a mi talento para el diseño, así como a mi capacidad. Estoy segura de que ustedes dos han visto mi trabajo, su empresa es uno de los principales referentes de la industria, un destino de ensueño para los jóvenes diseñadores, y creo que debería ser uno de ellos.

Esto ya fue todo lo que Mariana podía hacer para presumirse a sí misma.

Al mismo tiempo, dicha entrevista se proyectó en la gran pantalla, por la cual otro hombre estaba contemplándola.

Lionel estaba de pie detrás de él, observando la actuación de Mariana con el corazón latiendo como un tambor tocando, pero con admiración en los ojos.

Mariana en este momento no se parecía a nada que él hubiera visto antes, que era tranquila, sabia y serena, como si nada pudiera romper la paz en su rostro. Siempre había sido así, y debería ser así.

Bajó la cabeza y miró en silencio al jefe que tenía delante.

Muy casualmente, durante la última visita de Leopoldo a la empresa, se había cruzado con la recepcionista que venía con un montón de información y ésta había chocado accidentalmente con él, entonces los papeles en sus manos se quedaron dispersa en el suelo.

Y sucedió aún más ocasional que un currículum aterrizaba a los pies de Leopoldo y en él se pegaba la foto de Mariana.

Y así fue como tuvo lugar la entrevista.

Leopoldo estrechó los ojos, ocultando todas sus emociones bajo sus largas pestañas. Con las manos entrelazadas, miraba tranquilamente a la mujer en la pantalla.

Un recto traje profesional envolvía su delicada figura, su camisa blanca estaba escrupulosamente abrochada hasta el primer botón. Se quedó allí con un rostro apacible y sin prisas.

El hombre sacó su teléfono, sus largos dedos frotando el borde metálico de un lado a otro. Parpadeó e hizo una llamada.

Las palabras en voz baja llegaron a los oídos del jefe del Personal, que no pudo evitar echar un vistazo a Mariana frente a él y responder con el movimiento de la cabeza apresuradamente:

—Entendido.

En este momento, Aime que seguía mirando los diseños en sus manos frunció el ceño y dijo:

—Señorita Ortiz, esta obra suya no parece tan diferente...

Antes de que pudiera terminar su pregunta, Nilson se levantó con una sonrisa cordial y se acercó a Mariana, le tendió la mano y le dijo gentilmente:

—Enhorabuena, Señorita Ortiz, ha sido contratada.

Una enorme sorpresa apareció en su rostro de Mariana y sus ojos se abrieron de par en par, mientras que su corazón latía rápidamente con el golpeteo de la conmoción que era como las olas del mar tocando el arrecife. Se apresuró a estrecharle la mano y dijo:

—Gracias.

Pero mientras tanto, Aime, que estaba sentada más atrás y había recibido una llamada telefónica, se quedó algo molesta. Con hostilidad en su bonito rostro, se fijó una mirada significativa en ella.

—Puede presentarse en la oficina mañana y empezar a trabajar oficialmente.

—Muchas gracias.

Cuando salió de la Empresa Elamorad, Mariana todavía estaba en trance e incapaz de creer que realmente había encontrado un trabajo.

Incluso hasta que regresó a casa y se sentó en el sofá, seguía hirviendo de alegría.

Y en este momento, no muy lejos, se oyó el sonido de la puerta al abrirse y fue Leopoldo quien entró.

Se quedó helada, sin esperar que volviera; no le había visto desde la última vez que se habían encontrado en el hospital y habían tenido un conflicto.

La sonrisa se desvaneció de su rostro y Mariana desvió la mirada, recogiendo la revista sobre la mesa con cierto pánico y abriéndola para leerla.

Leopoldo ojeó a la mujer sentada con su habitual mirada fría y subió directamente, como si no hubiera visto el cambio en su expresión.

Durante la cena, Carmen cocinó algunos platos extra para celebrar el éxito de Mariana en la búsqueda de empleo. Después de servir la comida a la mesa, sonrió y miró a los dos antes de decir:

—Señor Durán, hoy ha vuelto tan temprano para celebrar la oferta de trabajo de la Señora, ¿verdad?

Tras una pausa, continuó:

—¿Cómo no vamos a tomar una copa en una ocasión tan feliz? Iré a coger el vino.

Con eso, se tomó la libertad de hacerlo ignorando las opiniones de los dos.

No tardó en volver con una botella de vino y dos copas y las colocó sobre la mesa, sirvió media copa a cada uno y las puso suavemente junto a sus manos antes de marcharse con una sonrisa en el rostro.

Estaba claro que esperaba que Leopoldo y Mariana se llevaran feliz.

—¿Oí que has encontrado un trabajo?

Mariana parpadeó, sosteniendo los palillos en sus manos mientras quitaba las espinas del pescado, y respondió suavemente:

—Sí, la Empresa Elamorad.

Mostró una risa fría con la cara llena de burla. Levantó la copa y la agitó un par de veces, observando cómo el líquido burdeos subía a lo largo de la pared y luego volvía a caer por la gravedad, hundiéndose en el fondo y encharcándose en un color más espeso.

Aún recordó que la última vez que había perdido su trabajo fue por culpa de él...

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