Desde un matrimonio falso romance Capítulo 179

—¡Suéltame! No te conozco.

A Mariana la dio asco de que el hombre seguía agarrado su brazo, un toque que no le hizo sentir más que rabia.

—Mariana, no te pongas así, hoy he venido pro ti, no debí rechazarte en el hotel ese día, si quieres llamarme la próxima vez, puedes llamarme, no volveré a rechazarte, y no me importa que tengas marido, ¿vale?

Unos gritos sonaron desde la distancia, la multitud más que sorprendida por el repentino y chocante chisme, más sorprendida de lo que había estado por la intimidad que Diana había mostrado a Mariana esa mañana.

—Mariana, es que no quiero que te enfades, y como no quieres verme, me voy y vuelvo en otro momento.

Empujando el ramo de rosas que llevaba en las manos hacia los brazos de Mariana, el rostro de Rafael estaba lleno de agresividad mientras se daba la vuelta y se marchaba sin detenerse de nuevo.

Mariana llevó las flores en sus manos al cubo de la basura y las tiró sin piedad.

Sin embargo, a los ojos de la multitud, era como si una novia siguiera teniendo una rabieta y se negara a perdonarlo.

Nuria lo había presenciado todo y miró a Mariana, pero no sabía qué decir, y solo después de un largo rato dejó escapar un suspiro.

—Mariana, hay cosas que no se pueden hacer.

El rostro de Nuria estaba lleno de preocupación y la miró como si mirara a un hijo perdido, le tendió la mano y le dio unas palmaditas en el hombro con cierta pesadez, y se marchó con otros colegas.

Mariana se quedó allí durante mucho tiempo con la cara todavía mala, pero al final no pudo hacer nada y se fue con el ceño fruncido.

Pero cuando llegó a casa, Mariana seguía sin entender lo que hacía Rafael.

Sin embargo, cuando ella salió del trabajo al día siguiente, no esperaba que él estuviera esperando de nuevo frente a la empresa, y cuando Rafael la vio salir, tenía una sonrisa en su rostro.

Puso el ramo de rosas en su mano en los brazos de Mariana y habló con una sonrisa:

—Mariana, ¿tienes tiempo hoy? ¿Cenamos juntos?

Cuando algunas chicas vieron a Rafael tan atento y guapo, no pudieron evitar mostrar envidia en sus rostros.

Los rumores seguían. Detrás de ellos sonaron innumerables murmullos ruidosos, una nueva versión de la historia salió de la boca de todos.

Sus ojos se llenaron de enfado Mariana tiró el ramo al suelo, lo miró y habló con voz fría:

—Señor, no le conozco, y todavía espero que no vuelva a aparecer delante de mí, esto ya ha causado un trastorno en mi vida, si hay otra vez, llamaré a la policía.

Después de decirlo, se marchó, pero había unas chicas iban a pedir el número de Rafael y él no pudo ir a seguirla.

Sin embargo, todo esto fue visto pro los ojos fríos de Leopoldo. La ira se agitaba y se revolvía en ellos.

—¿Qué está pasando aquí?

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