Desde un matrimonio falso romance Capítulo 223

Con la tenue luz de la luna en el exterior, Mariana miró al hombre. Su frente, sus cejas, su nariz y sus labios.

Mariana extendió incontroladamente su mano y tocó la frente y las cejas del hombre.

En ese momento, Mariana no reprimió sus verdaderas emociones y las dejó al descubierto en esta noche tan tranquila y oscura.

De repente, el hombre abrió los ojos, luego giró la cabeza y miró a Mariana, preguntando en voz baja: —¿Estás satisfecha?

La voz baja de Leopoldo hizo que el corazón de Mariana se estremeciera, quiso retirar su mano, pero al momento siguiente su mano estaba sujeta por el hombre, incapaz de liberarse.

—¿No estabas dormido?

Mariana miró a Leopoldo mientras seguía luchando por retirar su mano.

—Fui despertado por ti.

Tras una pausa, el nudo de su garganta se movió ligeramente, Leopoldo se acercó a Mariana, había un anhelo en sus ojos.

—¿Estás satisfecha?

Leopoldo volvió a hacer la misma pregunta.

Mariana miró al hombre que de repente se había vuelto muy peligroso y no pudo evitar preguntar en voz baja: —¿Satisfecha con qué?

Antes de que pudiera terminar sus palabras, su boca fue besada por el hombre. El corazón de Mariana latía rápidamente, olvidándose de cerrar los ojos por un momento.

No había bebido, y ambos estaban sobrios en ese momento.

Lo que ocurrió después fue bastante natural, y Mariana se quedó dormida de cansancio.

Tumbado junto a Mariana, Leopoldo miró a la mujer dormida. Sus labios estaban ya rojos e hinchados, su pelo estaba desordenado y pegado a la cara. El corazón de Leopoldo sintió una extraña emoción.

Los ojos de Leopoldo eran profundos mientras miraba a Mariana. Él sonreía ligeramente, como si la sonrisa fuera a desaparecer en cualquier momento.

Al día siguiente, ya era mediodía cuando Mariana se despertó. Afuera se oía el sonido de los niños leyendo.

Le costó incorporarse, frunció el ceño y se sintió adolorida por todo el cuerpo.

Mariana se frotó la frente. Al pensar en lo ocurrido anoche, su rostro se puso rojo.

En ese momento, la voz de la enfermera sonó afuera: —Señorita Ortiz, es hora de almorzar, ¿está despierta?

Mariana se apresuró a bajar de la cama, después de ponerse la ropa, abrió la puerta y dijo con una sonrisa: —Voy a lavarme ahora, luego iré a comer.

Tras decir esto, la enfermera asintió, Mariana cerró la puerta y volvió a su habitación para lavarse rápidamente.

Cuando salió de la habitación, vio al hombre sentado en medio de muchos niños. Su expresión no era tan seria como de costumbre, su rostro estaba teñido de ternura.

—Leo, ¿por qué no respondiste a mi llamada?

La persona del otro lado del teléfono dijo con un tono suave que podía provocar la simpatía de la gente. Pero Leopoldo no se conmovió y le respondió con paciencia.

Sin embargo, era obvio que Diana no notó nada y continuó: —Hoy fui a tu empresa a buscarte para comer contigo, pero la secretaria me dijo que no estuviste ahí. Leo, ¿dónde estás ahora?

Leopoldo estaba un poco impaciente, extendió la mano para apretar su frente y dijo con indiferencia: —Estoy fuera por unos asuntos.

De repente pensó en lo que había dicho su asistente y sus ojos se volvieron fríos.

—Si no tienes más que decir, cuelgo.

Al escuchar las frías palabras de Leopoldo, el corazón de Diana tembló, se sintió inquieta y aún así habló tímidamente.

—Leo, vamos a comer juntos, ¿no? No tengo ningún otro trabajo para esta tarde, tengo tiempo.

Diana propuso suavemente.

Los ojos de Leopoldo se llenaron de complicadas emociones, y finalmente la rechazó: —La próxima vez, Diana, hoy estoy ocupado.

Las cejas de Diana se fruncieron ligeramente, ella ya había notado la diferencia en el tono de Leopoldo. Después de una pausa, todavía forzó una sonrisa y dijo: —En ese caso, sigue con tu trabajo, no te molesto. Llámame cuando hayas terminado tu trabajo.

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