Desde un matrimonio falso romance Capítulo 278

—Mari, mi cuerpo está bien ahora y todavía puedo soportarlo. ¿Pero qué pasa con la abuela? ¿Crees que puede soportar esa opinión pública?

Al decir esto, Clara miró el tónico que había a un lado y pensó en algo. Ella frunció el ceño y dijo:

—Sabes lo buena que es la abuela contigo. Aunque ella misma no se encuentra bien, me ha pedido que te traiga un tónico y que te consuele. Mari, ¿puedes soportar que le hagan daño?

La mano de Mariana se cerró en un puño y las afiladas uñas se hundieron en su palma, haciéndole sentir dolor. Pero este dolor no podía aliviar su depresión.

—Entonces, ¿qué debo hacer? —Mariana tartamudeó.

Su rostro estaba muy pálido.

Al ver a Mariana en este estado, Clara dejó escapar un suspiro de alivio. Se alegró de que Mariana hubiera sucumbido y se compadeció de ella. Pero al final, apretó los dientes y dijo con voz grave:

—Mari, deberías saber ser agradecida. Ahora deberías retirarte de la competición y admitir el escándalo. Como el señor Durán ya ha dicho eso, significa que ya se ha enamorado de otra persona. En ese caso, ¿por qué sigues con él? Deberías divorciarte de él.

Tras una pausa, Clara continuó:

—He arreglado todo para ti después de eso también. Después de que tú y el señor Durán os divorciéis, yo también renunciaré. Encontraremos un lugar donde nadie nos conozca y empezaremos nuestras vidas de nuevo. En ese momento, tú seguirás diseñando y yo me encargaré de la familia. Después de eso, puedes encontrar una persona de confianza para casarte. Así mi vida se considerará completa.

Cuando Mariana escuchó sus palabras, sintió que una enorme tristeza y frialdad la envolvían.

Mariana soltó con impotencia las manos que había estado sujetando con fuerza y el dolor desapareció de repente, haciendo que ella se sintiera muy vacía.

Levantó la cabeza y miró directamente a la mujer que tenía delante.

Su rostro ya estaba cubierto de finas líneas debido a los años de esfuerzo. Algunas canas se intercalaban entre su pelo negro. Su piel también era mucho más oscura. Incluso sus manos eran muy ásperas. El hermoso aspecto de su juventud parecía haber desaparecido completamente.

Gracias a la abuela, habían podido llevar una vida tranquila sin ser acosadas por su padre y sin que los deudores acudieran a su puerta. Sin embargo, parecía que la emoción entre ellas también se había desvanecido.

—Mamá, ¿es eso lo que realmente piensas? —Mariana preguntó fríamente.

Sin embargo, al final, sólo dejó escapar un suspiro.

Aturdida, Clara frunció el ceño y miró a Mariana.

—Mari, estoy haciendo todo esto por tu propio bien. ¿No te gusta mucho diseñar? ¿No sería bueno que persiguieras tus sueños de diseño cuando nos vayamos de aquí? Si dejamos a esta gente, nadie te insultará en internet, ¿no? —dijo dudosa.

Al oír sus palabras, Mariana se rio, pero esa sonrisa parecía algo sombría y amarga.

—Mamá, ¿realmente haces esto por mi bien? Siento que ya no te conozco. Parece que te has convertido en una extraña. No lo entiendo. Realmente no entiendo...

Sus palabras hicieron que Clara se estremeciera con fuerza y sintiera que su corazón le doliera.

Miró a Mariana, que sonreía amargamente frente a ella, pero no dijo nada.

Sin embargo, de repente recordó la figura de una persona, y su compasión por Mariana desapareció por completo.

—¿Crees que no estoy haciendo esto por ti? ¿Habría querido alejarme de este lugar si no fuera por tu bien? ¿Sabes lo que la gente dice de ti ahora? ¿Las cosas han llegado a este punto y todavía no reflexionas sobre si es tu culpa o no? ¿Cuándo te he enseñado a ser así? —reprendió a Mariana con ira.

Mirando a Clara, Mariana sintió un escalofrío. Se puso de pie y dijo con calma:

—Si no tienes nada más que hacer, me iré primero. Todavía estoy muy ocupada.

Ella quería que Clara se fuera.

Clara levantó la cabeza y miró a Mariana. La ira hizo que su rostro se distorsionara. Apretó los dientes y le pareció gracioso que se hubiera sentido mal por ella en ese momento.

En realidad, quería irse con Mariana, cuidarla debidamente después, vivir con ella y no volver nunca más. Sin embargo, no esperaba que no le importara en absoluto.

Clara se enfadó muchísimo, se río fríamente y se levantó con violencia, diciendo con voz grave:

—¡Bien! ¡Eres realmente una buena hija! No sólo no me escuchas, sino que me has echado. ¡Ahora que estás casada con un hombre rico, ya no te importo! ¡Me voy! Si en el futuro te abandona, no me pidas ayuda.

Después de decir eso, Clara lanzó una mirada feroz a Mariana antes de marcharse enfadada. El sonido de su fuerte portazo se escuchó en todo el salón.

El ruido tan fuerte alarmó a Carmen que estaba en la cocina. Se apresuró a salir y vio a Mariana llorando.

Su rostro estaba pálido y se mordía los labios de forma obstinada. Tenía un aspecto muy lamentable.

Carmen suspiró y miró con reproche la puerta cerrada. Dudó y finalmente se acercó a Mariana y le acarició suavemente el hombro.

—Señora, ella no merece tu pena —dijo intentando consolarla.

Sin embargo, Carmen tampoco sabía qué decir.

—Señora, ¿tiene hambre? Ya he hecho la sopa. ¿Quiere probarlo?

Tras decir eso, Carmen se apresuró a volver a la cocina, sirvió rápidamente un plato de sopa y lo entregó cuidadosamente a Mariana.

En ese momento, Mariana ya había recuperado su aspecto normal, pero seguía algo decaída. Bajó la cabeza y bebió lentamente la sopa.

Al ver que Mariana estaba dispuesta a comer, Carmen dejó escapar un suspiro de alivio.

Después de todo, ya sea feliz o triste, el tiempo seguía pasando, sin detenerse para nadie.

Al día siguiente, después de que Mariana descansara, compró algunos regalos y se preparó para visitar a la señora Pérez.

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