Realmente había pasado demasiado tiempo desde que salió de la habitación poco iluminada, y Mariana miró el jardín y todo le pareció muy sorprendente.
Si Leopoldo no hubiera sabido lo que ocurría, habría pensado que el comportamiento de Mariana era un poco tonto.
El sol calentaba cada vez más, Mariana se llevó la mano a los ojos para protegerlos, Leopoldo la vio y empujó la silla de ruedas a la sombra.
Este gesto tan considerado hizo que Mariana se sintiera muy bien.
La hierba bajo la sombra de los árboles se balanceaba ligeramente como las olas a causa del viento, lo que hacía que Mariana anhelara más.
—Leopoldo, ¿puedo sentarme en el césped? —susurró mientras lo miraba.
El propósito de traer a Mariana era hacerla feliz, así que cuando escuchó su petición, Leopoldo accedió naturalmente.
La bajó con cuidado de la silla de ruedas y la sentó contra el tronco del árbol.
Sus movimientos eran tan suaves que Mariana no pudo evitar enrojecer los ojos.
Todo era demasiado hermoso, pero no tenía miedo de perderlo, ya que él nunca había sido tan bueno.
Mariana no pudo evitar sentirse ridícula por sus propios pensamientos, moqueó y giró la cabeza para mirar a Leopoldo, que estaba de pie.
—¿No vas a sentarte?
Leopoldo volvió a mirar a Mariana y luchó internamente antes de sentarse junto a ella.
Al ver esto, Mariana sonrió y apartó su mirada.
La luz del sol brillaba a través de los huecos en las hojas pieza por pieza, al igual que la relación actual entre los dos.
Mariana pensó en esto y se sintió un poco perdida, pero una vez que recordó la relación entre ellos al principio, también sintió que estaba siendo demasiado pretenciosa y que no podía pedir demasiado.
Mariana, que estaba haciendo un resumen de la relación, giró la cabeza al oír la voz de Leopoldo.
—Mariana, fue mi culpa que estés herida —dijo sin mirarla.
Al oír que Leopoldo se disculpaba, Mariana se sorprendió un poco, pero aun así, respondió rápidamente:
—No, fue un descuido por mi parte. No hay que tomárnoslo muy seriamente.
La intención de Mariana no era hacer que Leopoldo pensara demasiado, pero aun así le causó angustia.
Al escuchar sus palabras, Leopoldo se sintió muy mal. Cada vez respondía de forma muy indiferente, asumiendo cosas, y no sabía si era fuerte o realmente estúpido.
Al pensar en esto, Leopoldo se sintió enfadado. Estaba claro que los dos ya eran marido y mujer, pero seguían así de oxidados, lo que era realmente desagradable.
—Mariana, no olvides quién eres ahora.
Las palabras volvieron a sonar indiferentes tan pronto como fueron pronunciadas.
Mariana hizo una pausa y su expresión original de felicidad se ensombreció ante sus palabras.
No es que Mariana lo pensara demasiado, sino que sus propias palabras eran demasiado ambiguas.
Leopoldo se estiró un poco molesto y se rascó el pelo. No se atrevió a mirar a Mariana mientras añadía:
—Quiero decir. Dime si pasa algo en el futuro, no te aguantes todo por tu cuenta —dijo un poco avergonzado.
Las palabras de Leopoldo despertó la silenciosa mente de Mariana.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos, le parecía increíble.
—Al igual que esta vez, simplemente no puedes resolverlo sola.
Al hablar, Leopoldo giró la cabeza con cierto enfado para mirar a Mariana.
Su mirada reprobatoria y preocupada obligó a Mariana a huir de la nada, pero en su interior, una agitación la obligó a avanzar.
Las palabras de Leopoldo hicieron que Mariana se sintiera un poco irreal. Ella miró la emoción en sus ojos y sintió que iba a ser capturada por él.
—Tenía miedo de darte problemas.
La relación entre los dos había cambiado a causa de la conversación que acababan de mantener, y Mariana se sintió algo insatisfecha al ver que la pantalla de su teléfono móvil seguía encendida.
—Leopoldo, ¿quién es? —dijo Mariana tratando de acercarse para echar un vistazo, pero él la apartó con una mano.
—No es nada —Leopoldo dijo con frialdad mientras miraba el mensaje en su teléfono.
Mariana no le creía. Acababa de sentirse abrumada por la ternura de Leopoldo, pero ahora, cuando lo pensaba tranquilamente, él estaba impidiendo que se diera cuenta.
Mariana tenía sus sospechas, y temía que fuera Diana.
Ella se sintió un poco incómoda. Levantó la vista para ver la falta de voluntad de Leopoldo para decir algo, parecía perdido e incómodo.
Al pensar que era Diana, Mariana se sintió ligeramente celosa, sabiendo que Leopoldo estaba ahora a su lado.
Leopoldo, que no había notado que Mariana estaba diferente, no le dio mucha importancia y se levantó tras responder el mensaje.
—Voy a ir al baño, volveré pronto.
Al decir esto, dejó que Mariana se sentara cómodamente y se fue.
Al ver que Leopoldo se alejaba cada vez más, Mariana ladeó la cabeza y vio el teléfono móvil que tenía a su lado. Su estado de ánimo era muy complicado.
Quería ver si era lo que tenía en mente, pero de nuevo, era extrañamente embarazoso averiguar la privacidad de Leopoldo.
Mariana frunció el ceño, desgarrada por dentro, pero al final sus sentimientos siguieron venciendo a su razón.
Miró de reojo para ver que Leopoldo no había regresado, se apresuró a coger el teléfono que había en el suelo y se sentó con la espalda recta.
Su teléfono no tenía contraseña, así que Mariana se limitó a abrir la pantalla y vio que aparecía un mensaje en el buzón.
Cuando hizo clic, descubrió que no era un mensaje de Diana, sino un contacto sin nombre.
Cuanto más miraba los registros del chat, más sorprendida se sentía Mariana.
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