—¡La carta mía tiene el número 4!
La cara de Andrea se volvió repentinamente fea mientras miraba a Mariana con ira.
«¡Es ella otra vez!»
«¡Siempre es esta mujer la que me arruinó mis planes!»
—¡Resulta que tienes la carta de número 4! —la voz masculina casual vino de al lado de Mariana.
Entonces, Mariana sintió una ligera brisa fresca que soplaba a su lado.
Al darse la vuelta de repente, Xavier ya estaba de pie junto a ella, y la carta de póquer que tenía en la mano era: ¡el número 9!
Las pupilas de Mariana se encogieron de repente, y ella se quedó muy sorprendida.
Ella no esperaba que la persona que tenía la carta del número 9 fuera Xavier Bolaño.
Y los dos necesitaban besarse frente a todos.
Además, ella podía percibir claramente una mirada fría y dominante que caía sobre su cuerpo, haciendo que todo su cuerpo se congelara.
La carta que tenía en la mano se había arrugado y deformado por el agarre, pero Mariana seguía sin darse cuenta, y sólo miraba a Xavier con fijeza, sin saber qué hacer.
Al momento siguiente, la carta arrugada revoloteó sobre la mesa, y Mariana no pudo evitar dar un paso atrás, lleno de resistencia y reticencia.
—Ya que participas en este juego, naturalmente tienes que acatar las reglas del juego. ¡Mariana, tú y Xavier hacéis una pareja genial!
Andrea habló, con un toque de suficiencia brillando en sus ojos, y luego guiñó el ojo en secreto hacia la chica.
—Sí, la petición hecha por la persona que tiene la carta de Rey se debe completar imperativamente —la chica dijo estas palabras en voz baja y no volvió a hablar.
Al ver lo cobarde que era la chica, Andrea la echó otra mirada malvada.
Por suerte, todos los chicos que los rodeaban se sentían emocionados al encontrarse con semejante escena, y en el instante siguiente gritaron:
—¡Bésala!
En medio de los gritos, las mejillas de Mariana enrojecieron de vergüenza, como una manzana madura, algo tentadora.
Los ojos de Xavier se entrecerraron ligeramente mientras él hablaba en broma:
—Bueno, bueno, la belleza es tímida. ¡La beso ahora mismo!
—¡Guau!
—¡Bien hecho!
En medio de las exclamaciones, Xavier se inclinó ligeramente, sujetando los delgados hombros de la mujer con ambas manos, acercando su cabeza.
Mariana sintió que la severa mirada de Leopoldo se volvía aún más penetrante, y se puso aún mas rígida. Abrió bien sus ojos llorosos inconscientemente con el acercamiento de Xavier.
Leopoldo agarraba la copa firmemente haciendo que el vino en la copa no pudiera evitar agitarse suavemente.
Había un brillo imprevisible en sus ojos indiferentes, como una calma inquietante en la víspera de una tormenta inminente.
Leopoldo miró a los dos que se acercaban cada vez más, dibujó una sonrisa burlona. Una sonrisa así daba frío y miedo a la gente.
En el momento en que estaba a punto de tocar los labios de Xavier, Mariana cerró los ojos y giró la cabeza, así el beso de este se posó en su mejilla sonrojada.
Los finos labios ligeramente fríos se apretaron contra las mejillas calientes. El beso del hombre fue muy fuerte.
Mariana sólo sentía que sus mejillas se encendían aún más.
Después, Xavier soltó suavemente a Mariana y dijo a la multitud:
—Todos están satisfechos, ¿verdad?
Entonces, sus ojos se fijaron en la mujer que estaba a su lado y que aún tenía los ojos cerrados con fuerza, con un poco de ternura y amor.
Algo perdida, ella apartó la mirada para no ver la cara sombría del hombre, y sólo entonces se relajó un poco.
Su garganta seca parecía estar bloqueada, y le costó varios intentos emitir un sonido.
—¿Qué estás haciendo?
La mujer temblaba, con un poco de pánico.
La mujer mantenía la cabeza baja, mostrando su fino cuello. En realidad su aspecto pobre y débil resultaba muy atractivo para el hombre.
Los ojos del hombre se volvían cada vez más sombríos cuando él la miraba.
—Este es el tipo de postura que usas para seducir a otro hombre, ¿verdad?
Cuando Leopoldo le dirigió estas palabras mezquinas, la mujer levantó la vista abruptamente con los ojos muy bien abiertos.
Leopoldo levantó bruscamente la esbelta muñeca clara de la mujer.
Levantando la mano de la mujer hacia él, acarició suavemente el anillo de plata con sus dedos. En la mirada de hombre, además de la frialdad, se notaba algo de amenaza y presión
Leopoldo acarició el anillo por un momento y lo apretó con fuerza.
De repente, le llegó un dolor inesperado a Mariana.
Mariana no pudo evitar fruncir las cejas, mirando la mano que apretaba el anillo con fuerza feroz. Y las lágrimas ya brotaban de sus ojos fuera de control.
—Tienes que recordar que como mi esposa debes aprender a ser fiel y no puede seducir a otros hombres.
Las comisuras de la boca del hombre se curvaron ligeramente en sonrisa de desprecio.
—¡¿Qué tonterías estás diciendo?! ¡Yo no lo hago! —Mariana luchó con fuerza, tratando de liberarse del hombre, pero ante este hombre fuerte, su fuerza no valía para nada.
Sintiéndose profundamente impotente, Mairana no pudo evitar morderse el labio inferior para contener las lágrimas
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