Desde un matrimonio falso romance Capítulo 383

Él acababa de sostenerla.

En cuanto a esta sutil expresión de Mariana, Leopoldo no se dio cuenta. El edificio de oficinas tenía un total de veintinueve plantas, y el estudio de Mariana resultó estar en la planta veintiocho y veintinueve.

Sabía en su corazón que cuanto más alto fuera el piso, más alto sería el coste.

—En el noveno piso hay un nuevo restaurante occidental, comeremos directamente después de visitar el estudio —Leopoldo miró el ascensor que subía lentamente y dijo pacientemente a la mujer que estaba a su lado.

Mariana se sorprendió un poco y miró a Leopoldo.

—¿Qué pasa? —Leopoldo echó un vistazo a su teléfono y miró a la mujer.

Mariana se quedó pensando un rato, pero aun así habló y preguntó:

—¿El restaurante occidental del noveno piso es tuyo?

Incluso podía ir a la casa compartida de Leopoldo para un rodaje, así que eso no era imposible.

La fortuna de la familia de Leopoldo no era algo que Mariana pudiera haber predicho.

—No —Leopoldo parecía serio, sin olvidar responder a Mariana.

No es el dueño del restaurante, pero era el mayor accionista. El negocio de la atención a un restaurante occidental se dejaba en manos de otros. Tenía mucho dinero y no le importaba meterse en acciones en todas partes.

—Oh —Mariana se puso de pie en el ascensor y respondió con ligereza.

El piso era alto, pero el ascensor estaba bien mantenido. No tardaron mucho en llegar al vigésimo octavo piso. Cuando el ascensor se abrió, Leopoldo sacó a Mariana del ascensor.

Nada más salir del ascensor, Mariana se quedó sorprendida por la escena que tenía delante.

—Estudio Estrella.

Mariana miró el logotipo y el nombre una vez que salió por la puerta del ascensor, y su corazón no pudo evitar emocionarse un poco. Leopoldo nunca se había comunicado el nombre del estudio, pero sabía cómo quería llamarlo.

¿Será que Leopoldo era una lombriz en su propio estómago?

—¿Cómo sabías que quería tomar este nombre?

Mariana miró el diseño integrado y el equipo del sistema por completo, y su corazón tuvo un toque inexpresable.

Leopoldo estaba enviándole un estudio y dándole dinero de bolsillo.

¿Quieres una esposa, o quieres mimar a tu hija?

Cuanto más pensaba Mariana en ello, más se le venía a la cabeza el pasado. Sobre sus propios hijos, y el viaje con Leopoldo. Estos años no fueron realmente algo que pudiera terminarse en unas pocas palabras.

—Ese pequeño pensamiento tuyo, aunque no lo pregunte, lo sé más o menos en mi corazón. Es sólo un nombre, no requiere mucho esfuerzo —Leopoldo actuó con naturalidad, pensando que no era para tanto.

Mariana miró todo esto y se sintió como si estuviera soñando.

—¿Es realmente mi estudio? —Mariana miró el lugar vacío y no pudo evitar preguntar.

—Señor Durán.

Cuando el montaje del estudio llegó a su fin, la persona encargada, que Leopoldo había dispuesto para ver su llegada, se apresuró a entregar las instrucciones sobre cómo registrar el estudio.

Estaba claramente escrito en blanco y negro que era efectivamente de Mariana.

—Ni siquiera estuve allí en persona, ¿cómo me lo conseguiste? —Mariana hojeó los documentos que tenía en la mano y dijo con incredulidad. No había llegado al lugar de los hechos y tenía el coche para bajarlos por ella.

Al ver esto, su corazón se conmovió aún más.

Ella era la que abría y cerraba la boca para ser independiente, pero el que siempre había dado de sí era Leopoldo. Para ella, esa preferencia era simplemente demasiado valiosa.

—No habrá nada que no pueda hacer.

Leopoldo podía ver lo conmovida que estaba Mariana, pero lo estaba ocultando en la superficie, y en el fondo, no disfrutaba de esta sensación.

Podría darle todo lo que quisiera, sin importar el costo.

—Más o menos esto.

Mostró la calculadora a Mariana y dejó escapar un suspiro. No tanto como ella lo había imaginado.

—Afortunadamente, aún puedo aceptar este precio.

—Sí, una plaza —el asistente sonrió y guardó la calculadora.

La expresión de Mariana se endureció instantáneamente en cuanto salieron estas palabras.

«¿Qué? Una plaza pedía tanto.»

Mariana sintió al instante que había caído en una trampa.

No podía permitirse pagar un alquiler tan caro.

—¿Terminaste de ver? Es hora de que bajemos a cenar —Leopoldo vio que Mariana llamaba a su asistente a un lado y se acercó con curiosidad para comprobar la situación.

Al ver a Leopoldo, el ayudante guardó afanosamente la calculadora y fingió que no había pasado nada.

—Señor Durán, señorita Ortiz, yo bajaré primero, disfruten de la comida.

Leopoldo asintió, con una expresión plana.

Pero en la mente de Mariana, siempre estaba fijada en el número de la calculadora que el asistente acababa de mostrarle. Según las palabras del asistente, ¿cuánto tiempo le llevaría devolverlo?

—¿Mariana? ¿Mariana? —Leopoldo vio a la mujer alejarse y la llamó varias veces.

Mariana estaba en trance e inmediatamente volvió a sus sentidos.

—Ah, ¿qué pasa?

Ella miró fijamente a Leopoldo, con la idea de deberle una gran suma de dinero.

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