—El señor Durán siempre puede no pedirlo —dijo Eduardo con aire despreocupado y distraído. Había calculado claramente el corazón de Leopoldo y por eso dijo esas cosas. Para Leopoldo, Mariana era lo único que existía.
Por eso prefirió salir él mismo del coche y dejar que la mujer entrara en la reserva.
El corazón de Leopoldo se apretó al ver cómo sus hombres pateaban el coche un pie tras otro. No soportaba que trataran así a Mariana y estaba muy preocupado.
Para él, nada podía pasarle a Mariana.
—Por favor —Leopoldo pronunció dos palabras mientras miraba asustado a la mujer.
Naturalmente, Eduardo se quedó sorprendido y encantado con la reacción de Leopoldo. Nunca había pensado que en esta coyuntura, Leopoldo realmente se inclinaría ante una mujer.
Esto era muy sorprendente.
—Señor Durán, un héroe se entristece al ver una belleza —dijo Eduardo burlonamente, guiñando un ojo a sus propios hombres. Se había pronunciado la palabra «por favor», y a Eduardo no se le daba bien hablar sin contar.
El grupo detuvo su ataque y rodeó el coche.
Al ver que la multitud ya no la atacaba, Mariana cruzó cuidadosamente los ojos en dirección a Leopoldo. Estaba preocupada por él, así que se dio la vuelta, definitivamente no era de las que escapaban.
No podía estar tranquila si le pasaba algo a Leopoldo.
—Sr. Durán, deje bajar a la señora para que podamos discutir.
Era como si Eduardo tuviera la situación en sus manos y ya no temiera a Leopoldo. La mirada de Leopoldo también se posó en la persona que estaba dentro del coche, y no pudo apartarse.
¿No sería una tontería dejar bajar a Mariana?
Mariana vio claramente la situación actual, y no había duda de que Leopoldo había capturado a su líder. Por lo tanto, todo el mundo no se atrevió a hacer ningún movimiento precipitado. Mariana sopesó la situación durante un rato y pensó en un plan.
Abrió la ventana y dejó escapar una característica voz femenina.
—Está bien que me baje, pero tienes que prometerme una condición.
Mariana optó por tomar la iniciativa de negociar con Eduardo y poner la iniciativa en sus manos.
—¿Qué condiciones? Dime —Eduardo miró en dirección a Mariana, sin poner a esta mujer en sus ojos en lo más mínimo.
Su presencia habría arruinado completamente a Leopoldo.
La mirada de Leopoldo se clavó en Mariana, impasible. Vagamente, también le pareció ver la intención de Mariana, ¿podría ser que esta mujer estaba tratando de...?
—Suéltenlo —Mariana miró a Leopoldo y habló.
Eduardo rió al oír esto. Ahora no fue Leopoldo quien fue capturado, sino Eduardo. ¿Cómo se justifica pedirle a Eduardo que libere a Leopoldo?
Este hombre, Leopoldo Durán, no era un personaje fácil de interpretar.
—Entonces, ¿qué dices? ¿Cómo podemos salvarnos? —Mariana miró a Eduardo con aspecto de estar negociando seriamente con la otra parte. Sólo la negociación podría aportar alguna posibilidad.
El problema con Mariana y Leopoldo era que él no podía ir y ella no podía salir.
—Baja y lo discutiremos —Eduardo miró a Mariana y abrió la boca para guiar a la otra parte. Detrás de él, los ojos de Leopoldo se posaron en Mariana, sin mover un músculo.
No se oponía ni la apoyaba.
Viendo cómo se desarrollan las cosas ante él mientras la naturaleza seguía su curso, parecía que, pasara lo que pasara, escucharía a Mariana.
—De acuerdo, bajaré...
Mariana sonrió y miró a Eduardo. Estaba bien dejarla bajar y tomarse su tiempo para discutirlo, pero Eduardo tampoco la dejaría marchar, así que estaba pensando en pedirle que fuera la moneda de cambio.
Mariana se desabrochó el cinturón y se disponía a salir del coche.
Casi en un abrir y cerrar de ojos, Mariana arrancó el coche e hizo un gran giro que voló a toda la fila de gente que lo rodeaba. Eduardo se sorprendió al ver esta escena.
Esta situación no se le había ocurrido.
—¡Un montón de basura!
Eduardo se puso furioso al ver esta escena. Este grupo de gente debería haber sabido desde el principio que lo más probable era que Mariana se estrellara contra ellos, ahora todo había terminado.
Leopoldo miró en dirección a Mariana con admiración en los ojos.
—Leopoldo, ¿estás bien? —preguntó Mariana con preocupación cuando vio al hombre caminando en dirección al coche.
La mirada de Leopoldo se posó en la mujer, sus ojos llenos de una emoción diferente.
Su Mariana era muy valiente.
—Escúchame y no te des la vuelta.
Leopoldo subió al coche e indicó a Mariana que se sentara en el asiento del copiloto. Arrancó el coche y se dispuso a conducir en la dirección indicada.
Mariana no miró atrás cuando oyó las palabras de Leopoldo.
Tras esperar un rato a que el coche circulara, Mariana no pudo contener su curiosidad y no pudo evitar preguntar:
—¿Ya puedo mirar atrás?
Pensó que había algo misterioso, así que no se atrevió a mirar atrás.
Así que mantuvo la cabeza sobre los hombros y se dejó golpear por un latido.
Si no fuera por eso, habría girado la cabeza hace mucho tiempo. Normalmente, no tenía ningún deseo de volver la cabeza, pero al oír a Leopoldo, sintió curiosidad.
Leopoldo siguió conduciendo y miró a la mujer que estaba a su lado.
—Está bien.
Leopoldo se divirtió en parte al ver el aspecto obediente e inmóvil de Mariana. Sólo había insistido en no mirar atrás cuando acababa de marcharse.
Temía que Mariana viera la escena del placaje a Eduardo.
Él no quería eso, ella se asustaría.
—¿Por qué no me dejas mirar?
Mariana miró hacia atrás y no había nada en absoluto. No estaba segura y miró al hombre que conducía a su lado con cara de curiosidad.
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