—Vigila a la señora, no podrás eludir la responsabilidad si algo sale mal.
La mirada de Leopoldo se posó en Alonso, ordenando al otro hombre amenazadoramente. Alonso asintió levemente, dando a entender que lo entendía.
Mariana miró a Leopoldo y siempre tuvo la sensación de que le estaba dando demasiada importancia.
¿Cómo podían ser las cosas tan serias como dijo Leopoldo? Es sólo una clase de educación fetal, ¿no estará bien después?
—No hay tantos enemigos en ningún sitio, y no me tomará mucho tiempo para ir y venir después de mis clases —Mariana miró a Leopoldo y le dijo con seriedad. Estaba más interesada en saber cómo le iba a Rafael que en la clase.
Tenía la sensación de que Leopoldo no dejaría escapar a alguien tan fácilmente.
Especialmente desde que Rafael había hecho una cosa tan abominable antes.
—Cuida bien de la señora —Leopoldo miró a Alonso, que estaba a su lado, y le dio algunas explicaciones antes de ponerse a trabajar.
Mientras observaba la espalda del hombre al marcharse, el corazón de Mariana se volvía cada vez más curioso. ¿Estaba enviando a Alonso a su lado para protegerla o para vigilarla?
No importaba como se viera, no parecía nada bueno.
—Señora, señora...
Mientras Mariana pensaba, Alonso ya la había llamado varias veces.
Los ojos de Mariana se posaron en la otra parte y preguntó sorprendida:
—¿Qué pasa?
—Después del desayuno, podemos ir directamente a clase —Alonso miró a la mujer y le recordó pacientemente.
Mariana se quedó inmóvil y asintió con la cabeza de forma fantasmal.
Se apuntó a una clase de educación fetal y ella debería ir.
—Vámonos —Mariana sonreía y parecía accesible.
Con Alonso a la cabeza, subió al coche, mirando de vez en cuando su teléfono. Envió múltiples mensajes a Sofía, pero no obtuvo respuesta.
Estaba claro que Rafael merecía morir, pero Mariana no podía evitarlo y tenía que conocer el estado de la otra parte. No por el bien de Rafael, sino por el del niño.
—¡Ding!
Sonó el teléfono y era Sofía.
—Rafael ha vuelto.
Sofía tecleó brevemente una línea y Mariana miró su teléfono con el corazón sobresaltado.
Se apresuró a escribir una línea rápida.
—¿Ya están en casa?
Una vez enviado el mensaje, volvió a mirar el cuadro de diálogo de la pantalla. Mariana admitió que en un momento dado tuvo el deseo de lanzarse directamente a la casa de Sofía ahora mismo.
—Estamos en el hospital —Sofía no iba a ocultarlo y dijo las cosas como eran.
No fue iniciativa suya informar a Mariana, sino que ella vino a preguntarle.
—¿Por qué estás en el hospital? ¿Algo malo pasó con el bebé?
Mariana ni siquiera pensó en la herida de Rafael, en lo único que pensaba era en el bebé que llevaba Sofía.
Terminó su pregunta y se tocó también el estómago.
—El bebé está bien, es Rafael.
La mano de Sofía se entumeció un poco y tembló al pulsar una línea en la pantalla.
Sólo su propio corazón sabía lo desesperada que estaba en este momento.
En ese momento, Mariana aún se comportaba como una buena persona y venía a preguntar por la situación de su familia. Sofía simplemente no podía saber si ella era sincera o falsa o si había venido a ver un buen espectáculo.
Pero sea como fuera, no era que ella no tuviera nada que ver.
—¿En qué hospital estás?
Mariana quería preguntar qué había pasado exactamente, pero cuando las palabras salieron de sus labios, preguntó directamente dónde estaban los dos ahora.
—Espérame abajo, volveré pronto.
Mariana no quería que Alonso la siguiera, siempre pensó que Alonso había sido enviado por Leopoldo para espiarla.
El mero pensamiento de esto hizo que Mariana se sintiera incómoda por dentro.
—Señora, no puedo hacer eso.
Sin siquiera pensarlo, Alonso la rechazó.
Leopoldo le encomendó la tarea de seguir a Mariana en todo momento. Alonso podía hacer cualquier cosa, pero sólo no podía escuchar esa orden.
—Iré a hablar con Leopoldo, no tienes que seguirme, no pasará nada.
Mariana no quería oír la amargura de la otra parte, temía que su corazón no fuera capaz de soportarlo de nuevo.
Alonso dio un respingo y salió bruscamente del coche.
Siguió a la mujer de cerca, sin querer alejarse de ella ni un paso. Esta mujer era el objetivo más importante para él.
—¡Qué insistente! —Mariana aceleró el paso, sin ganas de prestar atención al hombre que tenía detrás.
Siguiendo el mensaje que Sofía le había enviado, se dirigió al departamento de ortopedia. No sabía si era porque había llegado demasiado pronto o no, pero el hospital estaba poco poblado, sobre todo de enfermeras.
Mariana llevaba gafas de sol y aceleró el paso.
—Señora Durán.
Mariana estaba a punto de llamar y preguntar a Sofía en qué pabellón estaba exactamente. Pero en cuanto sacó el teléfono, le llegó la voz de Sofía.
Mariana se dio la vuelta y se encontró con el rostro demacrado de Sofía.
Tenía grandes ojeras y parecía que había pasado la noche en vela.
—¿No has dormido en toda la noche? —Mariana miró a la otra parte y preguntó inquisitivamente.
Sofía miró a Mariana, sin saber si debía estar enfadada o agradecida. Lo más probable era que sin las palabras de Mariana, Rafael ni siquiera estaría vivo. Pero tampoco podía decir que estaba agradecida, ya que Rafael estaba en muy mala situación.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Desde un matrimonio falso