Leopoldo miró a Alonso, dudó un momento y luego habló:
—Como no le gusta que la sigas, entonces deberías ser un poco más reservado.
El significado de Leopoldo era claro, tenía que dar prioridad a los sentimientos de Mariana.
Era mejor para ambos si lo mantenía oculto.
—Sí, Sr. Durán —respondió Alonso con seriedad.
Leopoldo asintió e indicó al otro hombre que saliera. Se paró frente a la ventana del suelo al techo, observando todo lo que había debajo de él y viendo la diferencia. En su cabeza, había una tranquilidad que nunca había sentido antes.
Sin que él lo supiera, alguien se estaba preparando para irse...
—Sr. Cantero, la información de su vuelo.
La secretaria ayudó a Noe Cantero a comprar su billete y le dio la información del vuelo. Tras echar un vistazo a la información de la mesa, Noe asintió con la cabeza.
Recientemente tuvo un largo viaje de negocios que le obligó a desplazarse al extranjero.
—Quiero que vigiles el trabajo por mí durante el último mes.
Noe escribió a máquina el plan de trabajo y se lo dio a su secretaria. Durante su ausencia, sólo ella podía encargarse del trabajo.
La secretaria asintió, dándole a entender que estaba bien.
—Señor Cantero, usted está muy cansado, así que aproveche para relajarse un poco también.
La secretaria también pensaba en Noe y no pudo evitar decir algo.
La mente de Noe se aturdió al pensar en el rodaje de «Sin título».
Se habría cerrado el círculo si no hubiera sido por la intromisión de Leopoldo.
Todo cambió por su intromisión. Hasta ahora, Noe pensaba que había sido Leopoldo quien le había estropeado las cosas. De lo contrario, habría sido capaz de crearse oportunidades.
De eso no cabía duda.
—Ya veo, ha sido duro para ti últimamente —Noe le dijo amablemente.
La empresa rescindió el contrato de Diana Solís y también el de Mariana. Actualmente, el principal objetivo de Noe eran las estrellas extranjeras. Y ha estado acercándose a eso.
Tanto era así, que los últimos viajes de Noe han sido al extranjero.
En la villa.
—¡Bam!
A las cuatro de la madrugada, Mariana tiró inmediatamente la maleta por la ventana. Era sólo una maleta pequeña y no pesaba mucho, pero las cosas que había dentro eran muy valiosas.
Ahora se despedía de este lugar de una vez por todas.
Quería despedirse de Leopoldo y decir adiós al pasado.
—Señora, ya tengo el equipaje.
Mariana había contratado a alguien para que recogiera su equipaje, y ahora la maleta estaba en manos de la otra parte. Mariana miró el mensaje en su teléfono y dejó escapar un suspiro de alivio en su corazón.
El avión era a mediodía y ella iba a salir de aquí desapercibida.
Leopoldo tenía muchas habilidades, pero a veces no necesariamente tenía ventaja. Mariana conocía a este hombre mejor que las habilidades de Leopoldo.
—Sigue el plan y envíalo primero al extranjero —Mariana tecleó una línea de información y se sintió aliviada al verla enviada. El equipaje era nuevo, así que Leopoldo no lo descubriría.
Y con un callejón sin salida debajo de la ventana, Leopoldo nunca lo sabría.
Mariana apoyó la espalda contra la pared, con el corazón palpitante.
Con el bebé en su vientre, se iba de aquí para siempre. Leopoldo era tan buena persona que no había que preocuparse por encontrar a alguien mejor. Pero esa persona no era Mariana.
Mariana transfirió todo el dinero a su nombre.
Utilizando una cuenta diferente, transfirió diversas cantidades de dinero. Tenía que hacerlo para no despertar las sospechas de Leopoldo. Compró bienes inmuebles y se instaló en lo que tenía en el extranjero.
En poco tiempo, Mariana tenía todos los buenos planes.
En el futuro, estará sola.
Mariana repasó el proceso mentalmente y se quedó atónita. Se sentó frente al tocador y se miró en el espejo, con los pensamientos desbocados. En el espejo, no estaba en muy buena forma.
—Hoy estás estupenda.
Leopoldo había querido preguntar a la otra mujer por qué llevaba tacones altos, pero las palabras le llegaron a la garganta y se las tragó de nuevo.
Ella lo miró con mucha atención.
—¿A que sí?
Mariana fingió que no había pasado nada y aceptó. En momentos como éste tenía que estar guapa.
La mirada de Leopoldo se posó en el cuerpo de la otra parte, sintiendo que algo no iba bien con ella. Pero por un momento, no pudo decir exactamente qué le pasaba.
El resto no era importante, siempre y cuando Mariana esté de buen humor.
—Señora, las gachas de arroz —la niñera colocó junto a Mariana la exclusiva y nutritiva sopa de arroz y le dijo amablemente.
Mariana miró las gachas que tenía delante y asintió.
—Gracias.
Cogió la cuchara y se movió con pausa, mirando a Leopoldo a su lado, queriendo decir algo.
Sorbiendo su taza de café, Leopoldo no pudo evitar decir:
—¿Algo que decirme?
Conocía muy bien a Mariana, de una forma especial.
—Lo hay —Mariana no ocultó nada y lo admitió directamente.
Al terminar las palabras, Leopoldo dejó el café que tenía en la mano y miró a la mujer.
—¿Qué es? —miró a la mujer y le habló con especial ternura.
Mariana sonrió y continuó:
—Quiero ir a comprar algo para el bebé.
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