Desde un matrimonio falso romance Capítulo 72

Pero al final, Leopoldo la bebió y estaba rica.

Al salir de la oficina, Paula maldecía a Lionel en su mente.

De repente, la puerta del despacho se abrió y Leopoldo salió a grandes zancadas.

—Señor Durán, ¿Qué pasa?

Paula se apresuró a preguntar:

—Tengo algo que hacer, me iré primero.

Tras decir esto, Leopoldo se marchó con paso firme, sin detenerse ni un momento.

Paula se sorprendió mucho al ver la espalda de su jefe.

—¿Cuándo ha salido el jefe del trabajo antes de tiempo?

—Sí, el jefe es muy extraño hoy.

—El jefe actúa como si tuviera prisa por volver a ver a su esposa. Pero es soltero, ¿tiene una esposa?

Había mucha charla ruidosa.

***

Justo cuando Leopoldo llegó a la entrada del Patio Feliz llevado la lonchera vacía, escuchó una risa que venía del interior.

—Mariana, cuidas bien de Zoraida. Mira, ahora su cara está mucho más sonrosada, y camina con fuerza.

—Sí, Mariana, tú también has comprado tantas cosas para Zoraida, te has gastado mucho dinero, ¿verdad?

—En estos días siempre se ve a ese asistente viniendo a entregar cosas. Leopoldo te trata muy bien, deberías apreciarlo.

Mariana solo respondió con una sonrisa:

—No es nada.

—Oye, ¿cómo no es nada? Hay tan poca gente como Leopoldo. Mariana, escúchame, debes apreciarlo.

—Bien, ya lo veo, Lina —dijo Mariana en un todo tranquilo.

—¡De qué estáis hablando! ¡No necesita tu opinión! Mariana sabe muy bien cómo hacerlo.

Zoraida fingió enfada, pero sus palabras demostraron que ella notó la incomodidad de Mariana.

Fue entonces cuando Leopoldo entró en la habitación, de pie en la puerta, bloqueando la luz del sol del exterior, lo que hizo que la habitación pareciera oscura de repente.

La multitud lo miró sorprendida.

—¿Leopoldo? Hace unos días que no vienes, ¿verdad? Tu cara no se ve muy bien, ¿hay mucho que hacer en la empresa?

Lina fue la primera en levantarse y le preguntó con preocupación.

—No, Lina.

La voz indiferente salió de los finos labios, pero también se mezcló con un poco de suavidad.

Mariana, que estaba al lado, al instante siguiente se levantó, y miró a Leopoldo con sorpresa.

Mariana no pudo evitar cerrar las manos en puños. Los dedos se clavaron en la palma de su mano y el dolor la hizo calmarse cada vez más.

—Si quieres pensar así, que así sea.

La atmósfera de la habitación se puso más tensa. Leopoldo la miró con frialdad.

Mariana ya no quería responder a Leopoldo. Ella no entendía por qué él hacía que su asistente comprara tantas cosas, pero él siempre decía palabras hirientes para que ella se reconociera. «¿Soy yo la que no hace como lo que dice? ¿O es él?»

Mariana levantó los ojos y miró por la ventana. Una sensación de impotencia invadió su cuerpo

El sol se ponía lentamente, la luz amarilla brillante era sustituida por el naranja y el rojo, y la temperatura había bajado tanto que no se podía sentir el más mínimo calor.

—¿Has venido a decirme esto para que yo conozca mi identidad? Si es así, lo recordaré.

«Una y otra vez, yo debería haber recordado. »

—Hoy es el día de ir a la mansión de Durán —las palabras duras y frías salieron, aterrizando en los oídos de Mariana.

Mariana no pudo evitar sentirse amargada. Este periodo de tiempo estuvo tan ocupada que Mariana ya se había olvidado de este día de reunión familiar mensual de la familia Durán.

«No puedo olvidar lo terrible que sucedió la última vez.»

Después de calmarse, Mariana habló en voz baja:

—Entonces voy a cambiarme de ropa.

Al llegar a la mansión de Durán, Perla, que llevaba una falsa sonrisa en el rostro, ya había acudido a la puerta para recibirles.

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